“Los demagogos izquierdistas, con sus enfoques marxistoides, optaron por envenenar las conciencias creando en la gente unas expectativas desmesuradas y culpando de su imposible cumplimiento a las derechas, a la oligarquía. Fue una siembra permanente del odio y la crispación, y aquellos políticos y partidos tuvieron la responsabilidad correspondiente. Una aparente ventaja de los enfoques marxistas es que difumina esa responsabilidad: todo se reduce a "movimientos sociales" y opciones "de clase". Pero conviene leer al tan loado Azaña y sus precisas descripciones de aquellos políticos "imbéciles", gente "impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta", proclive a "una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta", etc. O sus dicterios contra los marxistas Largo Caballero y Negrín.
En realidad, no existen clases sociales en el sentido imaginado por los marxistas, con "intereses históricos" propios de cada una y antagónicos con respecto a alguna otra. (…) En fin, la sustitución de la iniciativa privada, el mayor factor generador de riqueza en la historia, por la improductiva gestión burocrática, pretendidamente más justa, ha revelado su esterilidad, como no podía ser menos. Los obreros no tienen el menor interés en el socialismo –tal pretensión sí es "ideología" en el sentido de Marx–, y lo tienen, desde luego, en las libertades.
No hay, por tanto, "partidos de clase". Todos ellos son interclasistas, por seguir con esa falsa terminología. Los autodenominados dirigentes del proletariado o del pueblo fueron casi siempre burgueses, incluso aristócratas, o dejaron el trabajo manual para convertirse en burócratas políticos (Marx, Engels, Lenin, Bakunin, Mao, Ho Chi-min, Pol Pot, Fidel Castro, Gramsci… O, en España, Togliatti, Prieto, Largo Caballero, la Pasionaria, Margarita Nelken, Federica Montseny, etcétera). Y la militancia de esos partidos obreros sólo fue parcialmente obrera, pese a sus ingentes esfuerzos propagandísticos en ese medio. Un poco de sentido crítico haría ver a los marxistas y asimilables que sus enfoques producen auténticos galimatías.
El embrollo se convierte en farsa cuando pretenden que los marxistas y los anarquistas, de común acuerdo con los golpistas republicanos, "defendían las libertades"; y que la guerra civil la engendraron las derechas por oponerse a ellas. Los marxistas y demás en ningún caso podían defender las libertades, "supersticiones burguesas" según ellos: sólo podrían explotarlas para destruirlas cuanto antes. La propia doctrina de la lucha de clases empuja a la guerra civil, y, lo expuso Lenin, un partido comunista es un partido para eso, para la guerra. (…)
Y esos enfoques permanecen hoy, de manera confusa pero fácilmente detectable, en la historiografía y la política de las izquierdas. Y con las mismas consecuencias que antaño. De ellos parten en mala medida las constantes agresiones a la actual convivencia en libertad y la crisis de nuestra democracia. En una conferencia en Rímini señalé la devastación producida por la influencia marxista en el mundo universitario e intelectual de Europa y América. Ha ocurrido un curioso fenómeno: "En los años 60, cuando el fracaso de las promesas y doctrinas comunistas estaba a la vista de todo el mundo, se produjo en las universidades europeas y americanas un resurgimiento del marxismo en diversas versiones, y me parece que hoy sólo estamos empezando a reponernos de él".
Hemos encontrado un ejemplo de enfoque marxista, mediante el que se envenenaron las conciencias, en la preguerra Civil Española. La siembra permanente del odio y de la crispación, por lo que se ve, sigue siendo un arma preferida por los actuales marxistas. Viendo lo sucedido, en la ocasión citada, en tierras españolas, creo que podemos comprender mucho mejor, la actividad de ciertos funcionarios, en la Argentina de ahora.
El brillante analista político español D. Pío Moa, excomunista, nos demuestra que no sólo “No hay peor cuña que la del mismo palo” sino que conoce al dedillo el paño y, las mañas de sus excamaradas. Su análisis nos permite prever que si dadas las mismas condiciones, la historia se repite, no es posible pecar de ingenuidad y creer que el futuro que se avizora nos va a ser propicio. Cautamente, entendemos que, si las cosas evolucionan de la manera como lo está haciendo, no podemos avizorar un futuro de felicidad en nuestra Patria. (Seleccionado de la web del diario Libertad Digital, Madrid, España)
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