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domingo, 26 de julio de 2015

Recordando a Eva Perón en un aniversario más de su fallecimiento














                                                  


Hoy 26 de julio se cumple el 63 aniversario del fallecimiento de Eva Perón. El pueblo peronista seguramente recordará a Evita, ya que es público y notorio su veneración, sucedida generacionalmente, y el reconocimiento que hacia ella motivó su actividad hacia los desposeídos. Nuestros gobernantes “peronistas” sólo la recuerda, con el propósito de retorcer la historia. De mentir y de señalar a quien quiera oírlo, que Evita era de izquierda. Vemos que actualmente existe un movimiento de la izquierda radicalizada, que se denomina “Evita Vive”. Está formado por infiltrados en el Movimiento Peronista, por beneficiarios de los planes oficialistas y por una masa de ingenuos y de comunistas que de esta forma disimulan su origen. En la triste Década del 70 el sanguinario grupo que se auto denominaba “Montoneros lanzó ediciones de un periódico que se titulaba “Evita Montonera”. El mismo como ideología sustentaba la marxista-comunista, disfrazada del peronismo “infiltrado”. Hasta la fecha, han llegado estas versiones interesadas, que no se compadecen con la verdadera doctrina sustentada por el fundador del movimiento peronista. Ni el general Juan Domingo Perón ni Evita, fueron o alentaron las ideas del comunismo internacional o nacional.




Creemos que en este día, en el que los peronistas recuerdan el fallecimiento de Eva Perón, mientras que el elenco oficialista, que se dice “peronista” lo pasa por alto, es oportuno abrir los ojos de muchos peronistas de buena fe, sobre todo los jóvenes a quienes se ha adoctrinado hipócritamente, haciendo ver a una Evita que sólo existió en la imaginación de estos salvajes. Señaló Evita en el capítulo V del libro La Razón de mi Vida, del que fue autora: Un día me asomé, por la curiosidad que derivaba de mi inclinación, a la prensa que se decía del pueblo.
Buscaba una compañía… ¿No es acaso verdad que casi siempre, en los libros, en los libros y diarios que leemos, buscamos más una compañía que un camino para recorrer o una guía que nos conduzca?”

Por eso tal vez leí la prensa de izquierda de nuestro país; pero no encontré en ella ni compañía, ni camino y menos quien me guiase.
Los “diarios del pueblo” condenaban, es verdad, al capital y a determinados ricos con lenguaje duro y fuerte, señalando los defectos del régimen social oprobioso que aguantaba el país.
Pero en los detalles, y aún en el fondo de la prédica que sostenían, se veía fácilmente la influencia de ideas remotas, muy alejadas de todo lo argentino; sistemas y fórmulas ajenas de hombres extraños a nuestra tierra y a nuestros sentimientos.”

Se veía bien claro que lo que ellos deseaban para el pueblo argentino no vendría del mismo pueblo. Y esta comprobación me puso de inmediato en guardia…
Me repugnaba asimismo otra cosa: que la fórmula para la solución de la injusticia social fuese un sistema igual y común para todos los países y para todos los pueblos y yo no podía concebir que para destruir un mal tan grande fuese necesario atacar y aniquilar algo tan natural y tan grande también como es la Patria. Quiero aclarar aquí que hasta no hace muchos años, en este país, muchos “dirigentes” sindicales (a sueldo) consideraban que la Patria y sus símbolos eran prejuicios del capitalismo, lo mismo que la religión. El cambio que después hicieron es otra razón que me hizo desconfiar de la sinceridad de estos “ardientes defensores del pueblo”.

“La lectura de la prensa que ellos difundían me llevó, eso sí, a la conclusión de que la injusticia social de mi Patria sólo podría ser aniquilada por una revolución; pero me resultaba imposible aceptarla como una revolución internacional venida desde afuera y creada por hombres extraños a nuestra manera de ser y de pensar. Yo sólo podía concebir soluciones caseras, resolviendo problemas a la vista, soluciones simples y no complicadas teorías económicas; en fin, soluciones patrióticas, nacionales como el propio pueblo que debían redimir.”

“¿Para qué -me decía yo- aumentar, por otra parte, la desgracia de los que padecen la injusticia quitándoles, de ese mundo que estaban acostumbrados a contemplar, la visión de la Patria y de la Fe? Me decía que era como quitar el cielo de un paisaje.
¿Por qué, en vez de atacar constantemente a la Patria y a la religión, no trataban los “dirigentes del pueblo” de poner esas fuerzas morales al servicio de la causa de la redención del pueblo?
Sospeché que aquella gente trabajaba más por el bienestar de los obreros, por debilitar a la nación en sus fuerzas morales.
¡No me gustó el remedio para la enfermedad!
Yo sabía poco pero me guiaba mi corazón y mi sentido común y volví a mis pensamientos de antes y a mis propios pensamientos, convencida de que no tenía nada que hacer en aquella clase de luchas.”


“Me resigné a vivir en la íntima rebeldía de mi indignación.
A mi natural indignación por la injusticia social se añadió, desde entonces, la indignación que habían levantado en mi corazón, las soluciones que proponían y la deslealtad de los presuntos “conductores del pueblo” que acababa de conocer.  ¡Me resigné a ser víctima!”. 

Conclusión: Si Evita viviera NO sería montonera.