En nuestro país, el Estado, por medio de los órganos jurisdiccionales, no todos gracias a Dios, trata de lavar la mente de los ciudadanos, inculcándoles que sólo pueden cometer estos dos delitos, de Lesa Humanidad y Crimen de Guerra, los que al tiempo de cometer el evento, revistaban en el Estado o los paramilitares que, en cierta forma, dependían de las ordenes de tales funcionarios. Como la tipificación citada, acude al derecho consuetudinario, que casualmente para estos "pretores pos bellum", ajusta la configuración de ambos delitos como a medida para los integrantes de las Fuerzas Armadas y de la tristemente célebre Triple A, se han dado el lujo de hacer una suerte de "traje judicial, a medida", con lo que quedan exentos de punibilidad penal quienes son imputados de similaree aberrantes acciones, pero gozan de la suerte de no revistar en el Estado Nacional. Lo que ha permitido que, aplicando una suerte de "common law" criollo, que da la casualidad, insólitamente, los favorece en consecuencia sean eximidos los integrantes de las organizaciones terroristas, de toda culpa penal, por el solo transcurso del tiempo. Como se ve, en una guerra, donde hubo dos bandos en pugna, se juzgan los ilícitos internacionales de solamente uno de tales bandos. En cuanto al otro, los mismos ilícitos o mas graves aun, no se juzgan por las normas del Derecho penal Humanitario, sino por el derecho penal común. Se los trata, en forma privilegiada, como si hubieran sido los terroristas delincuentes comunes. Todo ello,sin basamento legal alguno, acudiendo a interpretación retorcida de las normas penales internacionales e inventando el delito internacional de "Terrorismo de Estado", absolutamente inexistente.Como el delito de Lesa Humanidad, repugna a los sentimientos humanitarios, como el crimen de guerra,es ridículo que los autores, según hayan estado en un bando u otro, se ven favorecidos por esta suerte de "bingo judicial".
El diario colombiano "El Tiempo" del 21 de abril de 2008, reseña un episodio que bien puede calificarse criminalmente de Delito de lesa Humanidad y de Crimen de Guerra. El Estado de Colombia, a la espera de poder pacificar al país, no ha efectuado denuncia alguna ante la Corte Penal Internacional, organismo que seguramente, de no investigar el Estado colombiano a los integrantes de la Farc, ya que de esta organización criminal se trata, no dudará en tomar intervención instruyendo las pertinentes actuaciones. Cuando así suceda, es conveniente que recordemos el episodio en el que dos soldados colombianos, con los pies destrozados por las bombas colocadas por los guerrilleros, son sustraídos a la Cruz Roja, atacando la ambulancia donde eran conducidos, identificada perfectamente y salvajemente ajusticiados, violando las normas del Derecho Internacional Humanitario. Debe tener en consideración, como si fuera poco lo expresado, que tratados internacionales, vedan la colocación de este tipo de bombas encualquier conlicto armado. Quienes son imputados de este inhumanitario proceder, de este vrdadero crimen de guerra, deben ser sometidos a la Justicia Internacional y a sus normas.
Recordemos que la CPI actualmente tiene en trámite diversas causas penales, donde los imputados son civiles, sin ninguna relación con algún Estado. Son integrantes de formaciones guerrilleras que e encuentran imputados de violación de los derechos humanos. Si hubieran buscado refugio o ser procesados en la Argentina, habría sido juzgados por delitos comunes, ordinarios. ¿Como se explica tal circunstancia?"En un acto tan atroz como irracional, dos soldados que resultaron heridos tras caer en un campo minado durante un operativo de rutina la semana pasada fueron obligados a bajar de la ambulancia que los transportaba a un centro médico de Yarumal (Antioquia) y fusilados por varios guerrilleros de las Farc frente a la enfermera auxiliar que los acompañaba y el conductor. El vehículo que llevaba a Diego Echeverri y a Luis Gómez Hernández, ambos vestidos de civil y desarmados, portaba los emblemas de la Cruz Roja, como corresponde en estos casos.
En la comisión de semejante infamia no cabe explicación de ninguna clase, no solo porque se violaron abiertamente los principios del Derecho Internacional Humanitario (DIH), sino porque se desconoció el sentido común. Aparte del repudio general, ¿qué ganaron los guerrilleros de las Farc intimidando a una enfermera y asesinando a dos soldados heridos incapaces de defenderse?
Más allá de ser un conjunto de normas soportadas por los Convenios de Ginebra y sus protocolos adicionales, el DIH también es un pacto de personas, de voluntades y de palabra, que en escenarios de guerra fija unas reglas mínimas, que cobijan a firmantes y no firmantes, con el propósito de mantener la dignidad humana. El respeto por la misión médica y la protección y atención de los heridos, sean estos del bando que sean, es una de ellas.
Todo hospital, centro de salud, consultorio, laboratorio, ambulancia y el personal de salud que presta allí sus servicios están amparados por una norma que impide que se desarrollen contra ellos acciones hostiles. Garantizar esa integridad, fundada en la absoluta neutralidad, es fundamental para que puedan cumplir con su labor de salvaguardar la vida. A esa conclusión no llegó ayer la humanidad. Es posible rastrear las raíces del respeto a los heridos en un conflicto incluso hasta la Edad Media; ellas llevan implícito un sentido de la solidaridad, que es inherente a la racionalidad humana.
El hecho de que el enfrentamiento armado que se vive en Colombia no tenga características internacionales no es ninguna excusa para no respetar los Convenios de Ginebra y, más concretamente, el artículo 3 común, conocido desde 1949, que compromete a las partes, firmantes y no firmantes.
El acto cometido es un signo de brutalidad e ignorancia, que si bien deja entrever el pleno desconocimiento de sus autores por el DIH, no justifica su actitud criminal ni su desprecio por un símbolo como el de la Cruz Roja, representativo del acuerdo mínimo de respeto por el ser humano, que, con seguridad, en más de una ocasión les ha salvado la vida a los propios guerrilleros."
En la comisión de semejante infamia no cabe explicación de ninguna clase, no solo porque se violaron abiertamente los principios del Derecho Internacional Humanitario (DIH), sino porque se desconoció el sentido común. Aparte del repudio general, ¿qué ganaron los guerrilleros de las Farc intimidando a una enfermera y asesinando a dos soldados heridos incapaces de defenderse?
Más allá de ser un conjunto de normas soportadas por los Convenios de Ginebra y sus protocolos adicionales, el DIH también es un pacto de personas, de voluntades y de palabra, que en escenarios de guerra fija unas reglas mínimas, que cobijan a firmantes y no firmantes, con el propósito de mantener la dignidad humana. El respeto por la misión médica y la protección y atención de los heridos, sean estos del bando que sean, es una de ellas.
Todo hospital, centro de salud, consultorio, laboratorio, ambulancia y el personal de salud que presta allí sus servicios están amparados por una norma que impide que se desarrollen contra ellos acciones hostiles. Garantizar esa integridad, fundada en la absoluta neutralidad, es fundamental para que puedan cumplir con su labor de salvaguardar la vida. A esa conclusión no llegó ayer la humanidad. Es posible rastrear las raíces del respeto a los heridos en un conflicto incluso hasta la Edad Media; ellas llevan implícito un sentido de la solidaridad, que es inherente a la racionalidad humana.
El hecho de que el enfrentamiento armado que se vive en Colombia no tenga características internacionales no es ninguna excusa para no respetar los Convenios de Ginebra y, más concretamente, el artículo 3 común, conocido desde 1949, que compromete a las partes, firmantes y no firmantes.
El acto cometido es un signo de brutalidad e ignorancia, que si bien deja entrever el pleno desconocimiento de sus autores por el DIH, no justifica su actitud criminal ni su desprecio por un símbolo como el de la Cruz Roja, representativo del acuerdo mínimo de respeto por el ser humano, que, con seguridad, en más de una ocasión les ha salvado la vida a los propios guerrilleros."
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