Cristina Kirchner junto a su recién dimitido ministro de Economía, Martín Lousteau. (Foto: AFP)
"25 de abril de 2008.- Todo mal. A Cristina Kirchner no le ha salido nada bien desde que asumió la presidencia de la Argentina, y ni siquiera le puede echar la culpa a su antecesor porque fue su marido. La renuncia horas atrás del ministro de Economía, Martín Lousteau, ni siquiera es el epílogo de la crisis con el campo. Se va el ministro que anunció el aumento de retenciones a la soja que desató una huelga campesina que duró 21 días, pero este adiós no significa mucho. El 2 de mayo, los productores rurales insisten en que volverán a cortar rutas y dejarán de enviar alimentos a las ciudades, si es que el gobierno de Cristina persiste en su intención ajustar el cinturón del campo.
En medio de un crecimiento del país a tasas chinas, con la posibilidad de cosechas récord al alcance de la mano, con una reactivación económica clara que no se detiene desde el 2002, la soberbia del éxito terminará por condenar al país a una nueva espiral de inflación y conflictos sociales. Cristina intentó repetir la fórmula que coronó la gestión de su marido, pero nada le sale bien. Ella marcha por las calles de París, pidiendo por la liberación de Ingrid Betancourt, pero en los supermercados de Buenos Aires no se encuentra harina. Ella se fotografía con luchadores por los derechos humanos, pero sus simpatizantes reparten trompadas contra los que manifiestan contra el Gobierno. La maldita realidad cotidiana de la Argentina choca con sus sueños de grandeza.
Desde que comenzó los tumbos, la Presidenta ensayó distintas tácticas. Primero, se victimizó alegando que por "ser mujer" le costaría todo más. Ante la incredulidad general, volvió al discurso duro y fustigó a los opositores y a los medios de comunicación. Pero tampoco hubo caso. Intentó simular tono y escenografía de los discursos de Eva Perón, pero nadie se dio por aludido. Su imagen positiva ha caído en picada, y su gabinete está debilitado. Los nuevos ministros están desgastados, pero también los que heredó de su marido. Cristina ha recurrido a todo para volver a retomar la iniciativa, pero no ha tenido éxito. Sólo le falta llorar en público por su mala suerte. Y lo haría, sin dudas, si es que sus asesores le aconsejan que con eso cambiarán los tiempos. Aunque sólo sea por unos días. (Seleccionado de la web del madrileño diario El Mundo, 25-04-08)
En medio de un crecimiento del país a tasas chinas, con la posibilidad de cosechas récord al alcance de la mano, con una reactivación económica clara que no se detiene desde el 2002, la soberbia del éxito terminará por condenar al país a una nueva espiral de inflación y conflictos sociales. Cristina intentó repetir la fórmula que coronó la gestión de su marido, pero nada le sale bien. Ella marcha por las calles de París, pidiendo por la liberación de Ingrid Betancourt, pero en los supermercados de Buenos Aires no se encuentra harina. Ella se fotografía con luchadores por los derechos humanos, pero sus simpatizantes reparten trompadas contra los que manifiestan contra el Gobierno. La maldita realidad cotidiana de la Argentina choca con sus sueños de grandeza.
Desde que comenzó los tumbos, la Presidenta ensayó distintas tácticas. Primero, se victimizó alegando que por "ser mujer" le costaría todo más. Ante la incredulidad general, volvió al discurso duro y fustigó a los opositores y a los medios de comunicación. Pero tampoco hubo caso. Intentó simular tono y escenografía de los discursos de Eva Perón, pero nadie se dio por aludido. Su imagen positiva ha caído en picada, y su gabinete está debilitado. Los nuevos ministros están desgastados, pero también los que heredó de su marido. Cristina ha recurrido a todo para volver a retomar la iniciativa, pero no ha tenido éxito. Sólo le falta llorar en público por su mala suerte. Y lo haría, sin dudas, si es que sus asesores le aconsejan que con eso cambiarán los tiempos. Aunque sólo sea por unos días. (Seleccionado de la web del madrileño diario El Mundo, 25-04-08)
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