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sábado, 9 de agosto de 2008

Masacre de Casas Viejas (Cadiz) el 10 de Enero de 1933 Fue Un Delito De Lesa Humanidad


El 10 de enero de 1933 se produjo en la localidad llamada entonces de Casas Viejas, un alzamiento popular de los anarquistas, opuestos al gobierno de la II República. Fueron reprimidos por las fuerzas del gobierno y asesinados a balazos parte de los alzados y el resto, al prendérsele fuego a la casa donde se refugiaban, fallecieron incinerados. Indudablemente se trató de un Delito de Lesa Humanidad. Constituye tal evento criminal, un ícono para quienes imputan a las autoridades de la II República, no predicar con el ejemplo, ya que mancha su reputación, de defensores irrestrictos de los derechos de los ciudadanos, la violación de los derechos humanos de los fallecidos.
"La insurrección que se produjo en Casas Viejas (Cádiz) en enero de 1933 se debe a las pésimas condiciones de vida que sufrían los campesinos y dentro de la gran difusión de las ideas anarquistas que existía entre estos.
La mayoría de los hombres de Casas Viejas se dedicaban al trabajo agrícola y ganadero, y eran trabajadores eventuales. Estos trabajadores vivían en la propia aldea, pero dejaban sus casas durante uno o varios días para trabajar la tierra a cambio de un salario.
Estos trabajos eventuales eran estacionales y dependían de los ciclos agrícolas, la cantidad de cosecha,... Por tanto, estos trabajadores dependían del propietario, que cuando necesitaba mano de obra mandaba a la plaza del pueblo a un “contratador”. Cuando no era necesaria esa mano de obra, sencillamente no había curro, y la gente se tenía que buscar la vida como podía. Los propietarios, así “de buen rollo”, los muy cabrones, habían creado una limosna que daban en la iglesia (una peseta diaria a los solteros y una y media o dos a los casados) que era entregada en forma de bonos canjeables en comercios, propiedad de gentes ligadas a los terratenientes.
La proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931 no provocó grandes cambios en Casas Viejas, donde el poder de los terratenientes, que apoyaban a la monarquía, siguió dominando. Las medidas tomadas por el gobierno para paliar la pobreza empezaron a realizarse por todo el Estado, pero al parecer no llegaron a Casas Viejas con ninguna eficacia, y la situación de los campesinos empeoró aún más (una de las “mejoras” del gobierno fue la de prohibir a los ricachones contratar a gente de fuera del pueblo, lo que perjudicó a los currantes del pueblo que solían emigrar a los pueblos cercanos cuando no había curro.
Los días 10, 11 y 12 de enero de 1933 estalla la rebelión anarquista de Casas Viejas, creyendo que esta acción estaría coordinada con otras en todo el Estado, cosa que no fue así.
Durante la noche del 10 al 11 de enero se cortaron los cables de teléfono, se vigilaron los cruces de los caminos y se hizo una zanja en la carretera de acceso a Casas Viejas. Con estos actos se intentaba aislar la aldea para que ninguna fuerza exterior pudiera disolver el comunismo libertario que se pretendía implantar en Casas Viejas. Por otra parte, se reunieron todas las armas disponibles, robándose 3.000 cartuchos de escopeta, 10 kilos de pólvora negra, balas y cápsulas de percusión. En el local del sindicato se colocó la bandera rojinegra de la CNT. Por parte de algunos campesinos, existían ciertas dudas acerca del éxito del levantamiento, pero había algunos que estaban dispuestos a la acción. En cualquier caso, muchos campesinos soñaban que al día siguiente ya no habría ricos y que la tierra pertenecería a todos.
Los trabajadores desfilaron por la calle, y se declaró el comunismo libertario. Entonces, en un intercambio de disparos en el cuartel de la guardia civil, dos guardias murieron.
A las cinco de la tarde, una patrulla de doce guardias de asalto y cuatro guardias civiles llegó a Casas Viejas bajo las órdenes del teniente Gregorio Fernández Artal. Retiraron la bandera de la CNT del local del sindicato y la sustituyeron por una nacional, ordenando al vecindario que realizara sus actividades cotidianas. Los guardias civiles sanos de Casas Viejas indicaron quiénes habían disparado a sus compañeros, comenzándose a realizar registros en busca de rebeldes.
Un grupo de anarquistas se refugió en la choza de un conocido hombre del pueblo llamado “Seisdedos”, desde donde resistieron el ataque de la Guardia Civil.
Mientras, desde Madrid, Arturo Menéndez, el Director General de Seguridad, ordenó al capitán Manuel Rojas Freijespán, al que había enviado a Jerez de la Frontera para sofocar con fuerza cualquier conato de rebeldía, que fuera a Casas Viejas para acabar con la rebelión. Así, el capitán Rojas llegó a Casas Viejas sobre las dos de la madrugada con una compañía formada por noventa guardias de asalto. Se instaló entonces una ametralladora frente a la humilde choza de "Seisdedos".
El capitán Rojas ordenó incendiar la choza, para lo cual se empapó algodón en gasolina y, envuelto en piedras, se lanzó contra el tejado de paja.
La choza ardió pronto. "La Libertaria" y Manuel García Franco salieron afuera corriendo. Lograron huir. Manuela Lago y Francisco García Franco no lograron escapar y fueron abatidos en el umbral de la choza. Jerónimo Silva, Pedro Cruz, Paco Cruz, Manuel Quijada, "Seisdedos" y Josefa Franco quedaron calcinados en el interior de la choza. Poco después el tejado se derrumbó y cesaron los disparos. Eran las tres de la madrugada. Entonces, los guardias civiles y de asalto se concentraron en la plaza, pero la tensión no disminuyó. A las siete de la mañana el capitán Rojas mandó a tres patrullas para que registraran las casas y encontraran a los militantes más destacados. El pueblo quedó arrasado por la masacre y los encarcelamientos que siguieron a los juicios por el levantamiento. Casi cada familia se vio afectada.
¿Quiénes tuvieron la responsabilidad de la brutal represión? Según el juicio que se celebró en mayo de 1934 fueron responsables el Director General de Seguridad Arturo Menéndez y el capitán Manuel Rojas Freijespán. La causa contra el Director General de Seguridad Arturo Menéndez se consideró sobreseída, mientras que se condenó al capitán Manuel Rojas Freijespán a 21 años de cárcel, pero se benefició de la amnistía que el mismo año se concedió para liberar al golpista general Sanjurjo. En 1936 se convirtió en jefe de las milicias falangistas de Granada, participando tras el levantamiento nacional, como uno de los jefes de la represión de Granada.
El gobierno no tardó en desprestigiar esta revuelta echándole la culpa a grupos de derechas y promonárquicos.
El 11 de enero de 1933, el periódico “El Pueblo” decía acerca de la insurrección de enero de 1933: "La revolución social no puede confundirse con la revuelta criminal que asesina y siembra por los medios más violentos y tenebrosos el terror y la muerte". Además, señalaba que la insurrección había sido llevada por "terroristas a sueldo de los monárquicos". En este sentido, “El Socialista” del 11 de enero de 1933 se señalaba: "La huella anarquista está bien patente. Más que la violencia, caracteriza al movimiento sindicalista su torpeza. Se trata de un movimiento inconfundible, típico... La consideración de los medios económicos es lo que más influye a la hora de considerar posible una aportación monárquica".
La represión de Casas Viejas también fue utilizada en las Cortes por la derecha para desprestigiar al gobierno de Manuel Azaña y derribarle. En este sentido, la represión de Casas Viejas facilitó la llegada al poder en noviembre de 1933 de los partidos de derecha, el Radical y la CEDA, que triunfaron en unas elecciones marcadas por el abstencionismo de los miembros de la CNT. Esta utilización de los hechos de Casas Viejas se mantuvo de forma hipócrita durante la época franquista. Es evidente que durante la denominada "Guerra Civil Española" el ejército nacional multiplicó enormemente las brutales represiones. (Seleccionado de la web española http://www.geocities.com/bolecharlatan/casasviejas.htm)

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