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domingo, 15 de noviembre de 2009

Piratas de Somalía III



Abdi ha dicho que esperaba la decisión del Gobierno español de poner en libertad a los dos piratas y que deseaba que también los marineros españoles salieran en libertad. Según él, su hijo le dijo que las fuerzas españolas de seguridad que lo tenían detenido le habían negado una llamada a su madre.

Vuelta al infierno

Regresamos al centro de Haradhere. Los dueños de la ciudad, los piratas, son los únicos que tienen casas con electricidad. La han conseguido gracias a los generadores que desmontan de los barcos que secuestran. Cada pirata, de media, tiene más de tres esposas, aunque el número depende del dinero en sus arcas... Por eso, los jóvenes están más que dispuestos a salir a la mar y tentar la suerte.

El pueblo vivía antes de la sal. Hoy, la violencia les impide el comercio del mineral

Habibo Salad, de 17 años, que en la actualidad es la esposa de un pirata que fue detenido en Kenia por fuerzas alemanas, lloraba en el exterior de su tradicional vivienda nómada. Ha contado que a su marido lo detuvieron en el mar y lo han llevado detenido a Kenia.

"Sólo llevábamos tres meses casados. Me dejó aquí y me dijo que iba a trabajar mucho para apoderarse de un barco y traerme dinero, un ordenador portátil y un teléfono móvil", cuenta la mujer sin dejar de llorar ni por un momento. "Fueron unas fuerzas enemigas, los alemanes, los que se lo llevaron detenido". El marido de Salad es, por lo visto, uno de los 10 piratas detenidos durante esta semana por las fuerzas navales alemanas. Su esposa afirma que la última vez que estuvieron juntos fue hace tres semanas, cuando él se despidió para irse a la mar y buscarse la vida.

Las jóvenes se muestran complacientes con los piratas, por más que el resto de la población masculina esté de ellos hasta la coronilla. "Aquí muchos no les pueden ver, pero las adolescentes se mueren por ellos y dicen que son auténticas estrellas", dice el carpintero Alí.

Salad, la mujer del corsario atrapado por los alemanes, explica las razones por las que a las chicas jóvenes les gustan los piratas: "Antes, las jóvenes de aquí nos quedábamos sin casarnos porque casi todo el mundo era pobre, la vida era difícil y la situación no era segura para nadie. Las mujeres necesitamos amor y dinero y los piratas tienen dinero y nos demuestran amor".

"Ahora, sin embargo, se casan, pueden vender sus relaciones sexuales a un precio elevado [llegan a cobrar hasta 2.500 euros en las orgías de los líderes]", añade antes de ir a su hogar vacío.

Emprendemos el camino de regreso el viernes, unos 400 km de muerte. Dejamos atrás la ciudad a donde irá a parar, si se paga, el millonario rescate del 'Alakrana'. La capital de la piratería: vieja, polvorienta, miserable. Sin ley. (Seleccionado de la web del diario El Mundo, del 15-11-09).

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