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sábado, 21 de noviembre de 2009

1933 - Las Derechas No Pueden Gobernar En España y 2009 Obstaculizan A La Triunfante Oposición En La Argentina


Dado que estas Selecciones... están destinadas a todo tipo de público, y como posiblemente haya quienes no se encuentren al tanto de lo ocurrido durante el regimen de La II República, en España. Estas lineas intentarán ilustrar al respecto, para evitar malas interpretaciones del artículo que hemos seleccionado. Al comenzar la Década del 30, en España gobernaba un gobierno surgido de una coalición, de partidos políticos de izquierda. El Presidente de la República, era D. Niceto Alcalá Zamora, famoso y prestigioso jurisconsulto y político de nota y el Jefe de Gobierno era Manuel Azaña Díaz, (1931/1933), un gran político y un magnífico escritor y orador. En 1933 el gobierno llama a elecciones, como ocurrió acá recientemente, y el oficialismo las pierde. Como también ocurrió acá el 28 de junio ppdo. En España, no aceptaron sin mas, que los triunfadores se hagan del poder así como así, como también ocurre en la Argentina. Comenzaron a meditar como impedir que los triunfadores accedan al legítimo poder que, constitucionalmente, se ganaron. Acá se acude a un eventual borocotazo, a las apretadas a gobernadores y a todo tipo de maniobras, pos elecciones, maniobras que tienen un inconfudible tufillo de cuasifraudulentas .Todo ello, en aras de impedir el acceso a los opositores o restándoles, mediante lo que sea, tal rol a los maleables, permeables disponiendo a tal fin de cuantiosos fondos fiscales a su disposición. En nuestra Madre Patria, se intentó lo que el autor del artículo llama dar el "minigolpe" de Estado. El llamado "golpecito". Por suerte, acá cuidamos un poquito mas las formas. Claro, si no hay mas remedio, se acepta entregar parte del poder, aunque sea con "Tierra Arrasada"". Me siento tentado a decir que, cualquier semejanza con la realidad que sufre nuestra Patria, es "pura coincidencia".

"Azaña era un tipo que no podía soportar que las derechas llegaran al poder. Por eso, en 1933, en cuanto se sabe que las elecciones las han ganado las derechas –y, por añadidura, de manera absolutamente clamorosa–, propone al presidente de la República, Alcalá-Zamora, que disuelva las Cámaras y se vuelva a repetir la votación, lo cual, como variedad de golpe estado, no está mal.

Cuando Alcalá-Zamora pregunta a Azaña por qué tendría que hacerlo, éste le insiste en que esa gente no tiene legitimidad republicana. Aquí volvemos a toparnos con el gran problema de la hiperlegitimidad de la que se ha investido la izquierda española desde hace dos siglos: realmente se cree que sólo ella tiene legitimidad para gobernar.
Alcalá-Zamora no consiente en ello, porque hubiera sido un claro ejemplo de golpe de estado, pero en cambio consiente una situación intolerable desde el punto de vista democrático, y que Azaña acepta como un mal menor y muy a regañadientes: que no gobierne la CEDA, que había sido el partido más votado. Así, el jefe del Estado se niega a hablar con Gil-Robles y llama a Lerroux a formar Gobierno. Si eso no fue un golpe, fue un golpecito; una maniobra, en todo caso, nada democrática.

El mensaje que se transmitía a la derecha era algo así como: "Ustedes han ganado las elecciones, son la minoría mayoritaria de la Cámara, pero no pueden gobernar porque las izquierdas, que han perdido las elecciones, consideran que ustedes carecen de legitimidad democrática. Es verdad que ustedes insisten mucho en que son accidentalistas, en que creen en el régimen republicano, como dicen Herrera Oria y Gil-Robles un día sí y el otro también, pero ustedes no pueden gobernar".
Así las cosas, el Gobierno quedará en manos del Partido Radical, que contará con el respaldo del partido que no podía entrar en el Gobierno: la CEDA.

Para la República, las implicaciones de todo ello representaban un campo minado: para empezar, estaba por ver lo que la CEDA iba a aguantar en ese papel secundario después de haber ganado las elecciones. Pues aguantó. ¿Y por qué lo hizo? Pues, fundamentalmente, porque no tuvo valor para exigir la entrada en el Gobierno: pasarán muchos meses antes de que dé ese paso; y porque como tenía que demostrar que lo suyo era accidentalismo del bueno, estaba dispuesta a aguantar con medidas como ésa. Y es que el maricomplejinismo no es nuevo en la historia de la derecha española.

En uno de sus libros, Ricardo de la Cierva hablaba de "la derecha sin remedio", y seguramente no le faltaba parte de razón.(Seleccionado de Libertad Digital -Un artículo de D. César Vidal)

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