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jueves, 27 de marzo de 2008

Bandung o la Conferencia de los Charlatanes -3-

Parte 3
Si Sukarno fue un dictador cuando menos original, el egipcio Gamal Abdel Nasser no le fue a la zaga. Se aupó al poder tras pasaportar al rey Faruk en su yate e instauró una dictadura larga y ruinosa pero tremendamente popular. Militar de formación, desconocía todo lo relativo a cómo gobernar un país pero era un orador excepcional. Hipnotizaba a las masas en un árabe llano y sin demasiados artificios, y es que, no en vano, era hijo de un empleado de correos. Al igual que Sukarno, no había entendido por qué los países europeos tendían a crear y acumular riqueza por lo que, lejos de ocuparse en aprenderlo, gastó lo poco que quedaba en la caja y pidió prestado el resto para convertirse en el muñidor de una gran república árabe socialista, tercermundista y, naturalmente, no alineada.
Para mantener el nervio de su pueblo lo suficientemente tenso buscó un enemigo con el que medir sus fuerzas y dar algo de contenido a su inane programa político. La china le tocó a Israel. Convencido de que sus discursos valían lo mismo que sus carros de combate lideró una iniciativa militar para borrarlo del mapa. Los resultados fueron desastrosos. La coalición árabe “antiimperialista” que había concertado para la ocasión se dio de bruces contra el ejército israelí. Seis días duró la guerra. Y eso que era de los que en Bandung se llenaban la boca con la fraternidad universal, la soberanía y la no injerencia en los asuntos de los demás.
Si como general no dio la talla, como gobernante su nombre es sinónimo de bancarrota. Aplicó un concienzudo programa de nacionalizaciones que hirieron de muerte los pocos sectores competitivos de la diminuta economía egipcia. La del canal de Suez ocasionó, además, una intervención militar anglofrancesa que le proporcionó jugoso material para sus discursos durante años. Le sirvió también para financiar en parte su propia pirámide, la presa de Asuán, un disparate económico y ecológico pero antesala, a fin de cuentas, de un gigantesco lago artificial que lleva su nombre. En 1970, el mismo año que su compadre Sukarno y dos meses después de concluir la presa, un paro cardiaco se lo llevó al otro barrio.


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