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jueves, 27 de marzo de 2008

Bandung o la Conferencia de los Charlatanes - 2 -

Parte 2
Se dio además la fatal circunstancia de que, de los 29 países que acudieron al llamado de Nasser, Sukarno y Nehru, la mayor parte de sus líderes eran unos charlatanes incorregibles. Casi todos llegados al poder por pura carambola e ineptos en el ejercicio del mismo hasta un extremo intolerable. En esto último no hemos ganado mucho a lo largo del último medio siglo. Hoy, el dictador tercermundista promedio sigue siendo un incapaz y un ladrón, pero al menos no da la paliza. Roba todo lo que puede hasta que viene el siguiente y le derroca.
En Bandung, sin embargo, se dio cita un plantel extraordinario de estafadores de la política, similar al que protagonizó el periodo de entreguerras en Europa aunque con un toque especial que los haría únicos. Por entonces no se sabía que todo era un inmenso fraude. El tercer mundo vivía su edad de la inocencia, sus gobernantes eran tenidos por libertadores sin mancha que sacarían a sus países del atraso inaugurando de paso una nueva era en las relaciones internacionales. Lo peor de todo es que ellos mismos se lo creían. El estado de postergación en el que se encontraban se debía exclusivamente a la prolongada presencia de los europeos en su tierra. Libres de esa carga, florecerían todas las potencialidades ocultas de aquellas jóvenes naciones, libres de prejuicios y de hipotecas históricas. El futuro les pertenecía, o al menos eso era lo que repetían como papagayos. En cierto modo se veían como la contrapartida de la agotada y confusa Europa de la inmediata posguerra.
La conferencia de Bandung los retrató a todos en su euforia pueril y medio tonta. Los años que la siguieron vinieron a demostrar que de tanta cháchara no puede salir nada bueno. Si mal hábito es pasar por alto el factor individual en el curso de la historia, en el caso que nos atañe se corre el riesgo de no entender absolutamente nada de lo que pasó en África y Asia tras la descolonización. Los hombres que se hicieron con el poder en las antiguas colonias europeas, muchos de ellos protagonistas en Bandung, fueron los que sentaron las bases del desastre posterior en aquellos países. Sin ellos, sin su pésimo magisterio es imposible explicar el porqué y el cómo del tercer mundo actual.
El anfitrión de la conferencia, el indonesio Ahmed Sukarno, fue un déspota en estado puro desde que se hizo con las riendas del poder. Éste le cayó del cielo el día que los holandeses abandonaron su antigua colonia por la puerta de atrás. Nunca creyó en la democracia liberal y, a falta de otros enemigos internos, la tomó contra la nutrida colonia china de comerciantes que se deslomaba a trabajar en las ciudades indonesias. Como casi todos sus contemporáneos, sabía mandar pero no gobernar. Implantó una dictadura asentada sobre cinco principios fundamentales: nacionalismo, internacionalismo, democracia, prosperidad social y creencia en Dios. Dos de ellos eran antitéticos pero daba igual, Sukarno no entendía de ideas sino de consignas que empaquetaba en acrónimos para que su gente las repitiese entusiasmada. Así, por ejemplo, NASAKOM era la esencia de su Gobierno (“Nacionalismo, Religión y Comunismo”). NEKOLIM era el espantajo que se sacó de la manga contra los europeos y el pilar fundamental de su política exterior. Significaba “Neocolonialismo, Colonialismo, Imperialismo”. A estas tonterías sin pies ni cabeza él las llamaba Konsepsi (conceptos).
Una vez devastó la otrora próspera economía de las Indias Orientales holandesas, acuñó un nuevo konsepsi, el de la Gran Indonesia, concepto bastante conflictivo que aún hoy colea en la isla de Timor. A mediados de los 60 el país colapsó víctima de las nacionalizaciones y el despilfarro y su mandato acabó de un modo abrupto, en un baño de sangre en el que murió un cuarto de millón de personas. Para entonces ya nadie se acordaba de las interminables peroratas de Bandung. Murió en 1970, fastidiado del riñón y mudo, quizá de tanto hablar.





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