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sábado, 4 de octubre de 2008

Historia Sobre José Ignacio Rucci II



"En San Pedro, Rucci prefería la quietud de la vida en Las Canaletas, a las luces del centro. Mas allá de que solía tomarse algún que otro café en el bar Butti con su pareja, en general solía pasarse los fines de semana leyendo y compartiendo en familia. Es cierto, en aquellos tiempos no abundaban los “paparazzi” ni la televisión en directo.“Era impresionante como leía, compraba todos los diarios y revistas y estaba informado de todo”, contó Nelson Vlaeminck, cuñado de Yolanda, “aunque no le gustaba hablar de política en casa, más que conmigo y muy esporádicamente”. Cuando lo hacían, Rucci hablaba sobre la vuelta de Perón, y su preocupación ante “la infiltración en el peronismo”. “Tenía la capacidad de adelantarse a los hechos. Después de la masacre de Ezeiza me dijo “¿Qué te dije yo que iba a pasar?” contó Vlaeminck.La única excepción a la vida en familia, la hacía cuando asistía junto a Rufino a los bailes que el Club Banifield organizaba cerca de la estación de trenes. “Rucci y Rufino compartían mucho tiempo juntos” contó a “La Opinión” Mario Lozano, vecino y amigo de Almada. Para agregar que “los dos eran excelentísimas personas”. Todos los consultados por La Opinión, coincidieron en rescatar la calidad humana y calidez de José Ignacio Rucci en la intimidad, más allá de la imagen de “duro” que tenía en política. Hincha fanático del Club América, consultaba siempre por los resultados de la fecha. Y cada vez que su agenda lo permitía, no se perdía la oportunidad de presenciar los partidos. “Le gustaba con locura San Pedro” dicen quienes lo conocieron. En 1964, a raíz de una disputa con el en ese entonces Secretario General de la UOM Paulino Niembro y por consejo de Lorenzo Miguel, Rucci aceptó el cargo de interventor en la seccional San Nicolás, donde luego se desarrollaría como dirigente gremial en la poderosa fábrica siderúrgica SOMISA.El nuevo cargo, convirtió a San Pedro en una “parada obligada” cada vez que viajaba desde la Capital, razón por la cual sus visitas se producían una o dos veces por semana. “Fue una época hermosa en la vida de mi hermana”, confesó Leonor. Con el tiempo, la ascendente carrera política de Rucci hizo que sus visitas fueran mermando, lo que hacía enfurecer a Yolanda. “Una vez lo llamó para decirle que se olvidara de ella, que se volvía para Buenos Aires, y el tipo en 30 minutos llegó desde San Nicolás” contó un familiar.Llegado el año 1970, ya al frente de la CGT, Rucci se fue distanciando cada vez más y, por problemas de seguridad, no podía vivir normalmente. Yolanda intentaba poner fin a una relación que para el sindicalista era clandestina, al tiempo que rearmaba su vida con quien terminaría siendo el padre de sus hijos.
A las 12.11 Hs. del 25 de Septiembre de 1973, dos días de aquel Domingo en el que el pueblo argentino había elegido Presidente de la Nación a Perón por tercera vez, un grupo comando de Montoneros asesinó a Rucci cuando salía de su casa de calle Avellaneda 2953 en el barrio de Flores. Juan Domingo Perón lloraba por primera vez en público y decía con voz aguda: “Me cortaron las patas”.El día anterior, Yolanda Almada lo había visitado en su oficina de la CGT. “Aunque estaban separados, mantenían una buena relación” contó su hermana. Si bien sólo ellos saben de qué hablaron aquella tarde, algunos familiares dicen que Rucci le transmitió a quien fuera su confidente durante tantos años su temor a ser asesinado. “Ya estoy jugado”, dicen que dijo.Leonor tuvo que ir sola al velatorio de José Ignacio Rucci, porque su hermana no sabía si iba a poder resistirlo. Consultada por “La Opinión”, la protagonista de la historia convertida en exitosa empresaria en Capital Federal, contestó muy amablemente que “lo que pasó, pasó entre la persona que ya no está y yo, y quedará entre nosotros”.Sin embargo, dicen desde su círculo más íntimo, que todavía siente muchísimo dolor por el asesinato ocurrido en el 73 y que a pesar de sus intensos años de militancia, hoy Yolanda es profundamente antiperonista. "

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