Doscientas personas fueron fusiladas en Vallecas, Madrid, en medio de una multitud vociferante, entre el 11 y 12 de agosto del 36. No se ha divulgado suficientemente, por los medios, que no solamente el bando de los franquistas habría cometido violaciones a los Derechos Humanos. Se ha ocultado, de todas las formas, que el otro bando, el de los llamados republicanos, procedió con similar o mayor crueldad. El asunto es que como en la Argentina, la historia se quiere mirar con un ojo cerrado. En estos momentos, se desarrollan actuaciones judiciales, que a no dudarlo finalizarán en el mas alto Tribunal de España, el que deberá dictaminar si las leyes de amnistía de la década del 7o son nulas y en su caso, como en la Argentina, se deben proseguir las actuaciones judiciales o, caso contrario, si constituyen un impedimento para la prosecusión de ellas. Nuestra experiencia, no enseña, que se tratará por todos los medios de que prevalezca la razón y el amor a España, y se confirmará la validez de tales leyes de olvido y perdón, a fin de facilitar la reconciliación de los habitantes de aquél país. Tan necesaria para enfrentar el incierto futuro que se avecina. Por cierto, que lo que se decida, en este Mundo Globalizado, repercutirá enormemente en la Argentina, cuya aislada jurisprudencia, sostiene lo contrario.
“Tras el auto judicial del magistrado Baltasar Garzón, se han producido algunas reacciones de quienes creen que se trata de una manera ideológicamente sesgada y maniquea de abordar la última gran tragedia española. De entre la lluvia de agravios comparativos, ha surgido de nuevo el caso de los «trenes de Jaén», tal vez por ser el juez natural de esta provincia. Ante el interés mostrado por varios de nuestros lectores, exponemos un resumen de los hechos, tal y como figuran en la Causa General, en las investigaciones del historiador militar Rafael Casas de la Vega y en la tradición oral.
La matanza del Puente de Vallecas, la primera «saca» masiva estrictamente considerada, se produjo en dos fases entre el 11 y 12 de agosto de 1936. Las fechas son significativas, porque el ejército rebelde venía progresando hacía Madrid por la ruta de Extremadura.
La idea de trasladar a los derechistas detenidos en Jaén fue del director local de la prisión, Pedro Villar, asustado por el cariz que tomaban las cosas. Iban a ser llevados a un campo de trabajo de Alcalá de Henares. El traslado fue conocido de inmediato por las milicias locales, que siguieron a los convoyes y avisaron a sus correligionarios de Madrid. El primer tren, con 325 detenidos, fue interceptado en la estación de Atocha. Se eligió a 11 hombres, que fueron fusilados en las vías. El siguiente convoy, con 245 presos -incluidos el obispo de Jaén, Manuel Basulto, y su hermana Teresa- fue interceptado por las milicias en la estación de Santa Catalina, cerca de Vallecas. Aunque el tren llevaba escolta de la Guardia Civil, ésta fue retirada por orden del ministro de Gobernación. El director de Seguridad, Manuel Muñoz, lo explicó así: «El criterio del ministro era evitar en todo caso que la fuerza se enfrentara al pueblo, ya que el Gobierno se sostenía de una manera artificial, sin tener dónde cimentarse y viviendo sobre una especie de plataforma ficticia».
Retirada la fuerza, y en medio del entusiasmo del «pueblo», se sacó a los presos y se les fusiló en tandas de a 25. El sepulturero de Vallecas contó 188 cadáveres de hombres, y uno de mujer: la hermana del obispo, también asesinado, naturalmente.
El 11 de agosto de 1936, día de la toma de Mérida y de Tolosa por los franquistas, sale de Jaén un primer tren con 325 prisioneros «fascistas», que es detenido en Atocha por una «gran multitud». Pero la «multitud» debía de tener las cosas muy claras y una cierta organización ya que, lista en mano, se hace bajar a once hombres significados de la derecha jienense y se les fusila al pie de las vías. Fueron, según Casas de la Vega, José Cos Serrano y León Carlos Álvarez de Lara, diputados en las Cortes de 1933; Fernando López Obregón, notario; Vicente de la Riva y José María Acuña, sacerdotes; los hermanos Carmelo y Juan Torres Romero, falangistas; Ramón Contreras Graciano, del SEU, y los señores Martín Peinado Burgos y Luis Funes Morales, sin adscripción política conocida. (La Razón, de Madrid del 19-10-08)
“Tras el auto judicial del magistrado Baltasar Garzón, se han producido algunas reacciones de quienes creen que se trata de una manera ideológicamente sesgada y maniquea de abordar la última gran tragedia española. De entre la lluvia de agravios comparativos, ha surgido de nuevo el caso de los «trenes de Jaén», tal vez por ser el juez natural de esta provincia. Ante el interés mostrado por varios de nuestros lectores, exponemos un resumen de los hechos, tal y como figuran en la Causa General, en las investigaciones del historiador militar Rafael Casas de la Vega y en la tradición oral.
La matanza del Puente de Vallecas, la primera «saca» masiva estrictamente considerada, se produjo en dos fases entre el 11 y 12 de agosto de 1936. Las fechas son significativas, porque el ejército rebelde venía progresando hacía Madrid por la ruta de Extremadura.
La idea de trasladar a los derechistas detenidos en Jaén fue del director local de la prisión, Pedro Villar, asustado por el cariz que tomaban las cosas. Iban a ser llevados a un campo de trabajo de Alcalá de Henares. El traslado fue conocido de inmediato por las milicias locales, que siguieron a los convoyes y avisaron a sus correligionarios de Madrid. El primer tren, con 325 detenidos, fue interceptado en la estación de Atocha. Se eligió a 11 hombres, que fueron fusilados en las vías. El siguiente convoy, con 245 presos -incluidos el obispo de Jaén, Manuel Basulto, y su hermana Teresa- fue interceptado por las milicias en la estación de Santa Catalina, cerca de Vallecas. Aunque el tren llevaba escolta de la Guardia Civil, ésta fue retirada por orden del ministro de Gobernación. El director de Seguridad, Manuel Muñoz, lo explicó así: «El criterio del ministro era evitar en todo caso que la fuerza se enfrentara al pueblo, ya que el Gobierno se sostenía de una manera artificial, sin tener dónde cimentarse y viviendo sobre una especie de plataforma ficticia».
Retirada la fuerza, y en medio del entusiasmo del «pueblo», se sacó a los presos y se les fusiló en tandas de a 25. El sepulturero de Vallecas contó 188 cadáveres de hombres, y uno de mujer: la hermana del obispo, también asesinado, naturalmente.
El 11 de agosto de 1936, día de la toma de Mérida y de Tolosa por los franquistas, sale de Jaén un primer tren con 325 prisioneros «fascistas», que es detenido en Atocha por una «gran multitud». Pero la «multitud» debía de tener las cosas muy claras y una cierta organización ya que, lista en mano, se hace bajar a once hombres significados de la derecha jienense y se les fusila al pie de las vías. Fueron, según Casas de la Vega, José Cos Serrano y León Carlos Álvarez de Lara, diputados en las Cortes de 1933; Fernando López Obregón, notario; Vicente de la Riva y José María Acuña, sacerdotes; los hermanos Carmelo y Juan Torres Romero, falangistas; Ramón Contreras Graciano, del SEU, y los señores Martín Peinado Burgos y Luis Funes Morales, sin adscripción política conocida. (La Razón, de Madrid del 19-10-08)
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