Quienes conocen aunque sea en forma superficial, lo relacionado con el comunismo, advierten que es sintomático que sus partidarios suelan acudir a la mentira, a fin de apoyarse ideológicamente. No sólo eso sino que, incluso, se sirven de la hipocresía y de la fabulación, tratando de engañar a su auditorio. Mienten con su silencio, pero también mienten en forma activa. Si reveláramos que Golda Meir felicitó efusivamente, alguna vez, a Adolfo Hitler, nadie nos creería. Se burlarían de nosotros, tildándonos de ingenuos o de ignorantes. Si dijéramos que Fidel Castro, en cierta ocasión, elogió efusivamente a Rafael Videla, nadie en su sano juicio lo creería. A pesar de que Cuba formó parte del grupo de países de la ONU, pocos por cierto, que no condenó al gobierno militar de la Argentina, por la violación de derechos humanos. Por último, si diéramos a conocer, que el famoso literato chileno Pablo Neruda, elogió en una conferencia al dictador de Cuba Fulgencio Batista, en forma harto melosa y zalamera acá sí que absolutamente nadie podría creer tamaña mentira. Pués es así. Pablo Neruda, en una conferencia dada en la Universidad de Chile, conforme el periódico oficial del partido Comunista El Siglo, del 27 de noviembre de 1944, adhirió calurosamente al entonces presidente de Cuba. La Web de Libertad Digital, refiere el autor de la nota, Alberto Acereda: “En esta misma columna expuse hace unas semanas el odio de Pablo Neruda a todos los españoles que no lucharon en el bando republicano, incluidos poetas tan honrados como Dámaso Alonso o Gerardo Diego, a quienes mentó la madre por ser "cómplices franquistas". También detallé los elogios de Neruda a Lenin, su silencio ante el Gulag soviético, su afición por Stalin y su adulación en poemas como 'Canto a Stalingrado' (1942) o 'Nuevo canto de amor a Stalingrado' (1943). Gracias a estos y otros versos de ardiente defensa del estalinismo obtuvo el llamado "Premio Stalin de la Paz", en 1953. También influyó su elogio, como senador comunista en Chile, a otro asesino estalinista: Kalinin.
A todo eso cabe añadir algunas cosas. Así, este mito de la izquierda representó como diplomático en Asia al gobierno dictatorial del conservador Carlos Ibáñez entre 1927 y 1931, para después servir en Argentina y España a Arturo Alessandri, otro líder populista muy lejano ideológicamente de él. Años después expresó su apoyo a Mao Tse Tung, y aun brindó con éste y con su silencio ante los crímenes en China. Y no entraremos en el más que cuestionable trato que dio a algunas de las mujeres que ocuparon su vida, como Delia del Carril.
Lean las memorias póstumas de Neruda –Confieso que he vivido o Para nacer he nacido: comprobarán su auténtico pelaje humano y su culto a tiranos y personalidades nefastas, aunque el poeta hábilmente quiera justificar todas sus posiciones y oculte algunas otras. Lean, si no están convencidos, su admiración y defensa de la dictadura de Fidel Castro, raíz de su libro Canción de gesta (1960), o valoren por sí mismos su vergonzosa actitud ante el lamentable episodio orquestado por Castro contra el poeta Heberto Padilla.
Pueden también leer –por si, con todo lo anterior, no les es suficiente el sectario panfleto poético que tituló 'Incitación al Nixonicidio y alabanza de la revolución chilena' (1973). Ya sabemos de su ciego apoyo al marxismo de Salvador Allende, justo el mismo protomártir de la izquierda que en tres años llevó Chile al absoluto desastre, como ya mostró José Ignacio del Castillo al estudiar los objetivos, las ideas y la práctica del trienio allendista.
El lector interesado en todo esto podrá y sabrá acudir a la obra del poeta y encontrar en ella al auténtico Neruda, tan alejado de la imagen de defensor de la libertad. El chileno sigue siendo visto con nostalgia por la izquierda internacional, que continúa elogiando su antinorteamericanismo. Pero lo peor es que hasta la crítica literaria –supuestamente honesta y objetiva insiste, a estas alturas, en esconder algunos de los textos más reveladores de ese Neruda errado.
Afortunadamente, un crítico literario del talento y del valor de Enrico Mario Santí se ha tomado el tiempo y el esfuerzo de revisar y comparar la nueva y más amplia edición, en cinco volúmenes, de las Obras completas de Neruda (publicadas en España entre 1999 y 2002, a cargo de Hernán Loyola), así como la reciente biografía del poeta Las furias y las penas: Pablo Neruda y su tiempo (publicada en dos tomos en 2003 por David Schidlowsky).
La sorpresa salta cuando Santí observa, en su artículo 'Rostro y rastro de Pablo Neruda' (Estudios Públicos, núm. 94, otoño de 2004), que ni dicha biografía ni dicha edición son verdaderamente completas. Así, la biografía menciona más de 200 textos escritos por Neruda que luego no aparecen ni por asomo en las supuestas obras completas.
¿A qué se debe la ocultación de esos textos de Neruda? Enrico Mario Santí muestra cómo tal exclusión no se debe al extravío de tales materiales, pues se publicaron en periódicos y revistas muy conocidos. Se debe a la voluntad de la crítica de izquierdas de esconder esos textos, en los que sólo se demuestra el envejecido sectarismo del poeta. Así, deducimos que la verdadera biografía de Neruda no se ha escrito, y lo que queda por hacer sonroja.
Se encuentra escondido y silenciado, por ejemplo, el texto de Neruda publicado el 27 de noviembre de 1944 en el diario oficial comunista El Siglo con el título 'Saludo a Batista. Palabras de Pablo Neruda en la Universidad de Chile'. Como lo leen: Neruda, saludando en nombre del comunismo a Fulgencio Batista, el dictador cubano al que otro tirano –Fidel Castro- expulsaría quince años después, con la aprobación y el saludo del propio Neruda, según se ve en el abrazo del chileno a Castro relatado en el capítulo 'Fidel Castro' de Confieso que he vivido.
En su 'Saludo a Batista' Neruda afirma: "Otra hora ha llegado al mundo, la hora del pueblo, la hora de los hombres del pueblo, la hora en que Batista se confunde con los héroes populares de nuestra época, Yeremenko, Shukov, Cherniakovsky y Malinovsky, que hoy golpea y deshace las puertas de Alemania, los guerrilleros de España y de China, Tito y la Pasionaria. A Batista, en esta hora que también, por desgracia, se ha caracterizado por incubar traidores y cobardes, lo ponemos en el marco de los americanos totales".
Y sigue: "Batista, como hombre del pueblo, ha comprendido mejor que muchos demagogos el papel de los intelectuales, y honra a toda América (…) Los chilenos damos hoy la mano a Fulgencio Batista… Saludamos en él al continuador y restaurador de una democracia hermana". Y así todo, más saludos de Neruda, hasta definir a Batista como libertador, uno de los grandes "que han ayudado a que su fulgor nos ilumine en el camino de la libertad y de la grandeza de América".
No cabe aquí alegar una falta de visión histórica, sino la realidad de un Neruda que se movió siempre por intereses políticos y personalismos; un Neruda que se alió con quien hiciera falta y utilizó como chivo expiatorio a quien fuera necesario para venderse al mejor postor y alcanzar su fama.
No le falta razón a Santí cuando califica como deshonesta esta ocultación de textos de Neruda, un intento de la crítica literaria marxista y socialista por limar las aristas de la silueta política y literaria del poeta.
Insistiré en que nada de esto desmerece el valor literario y artístico de la mayor parte de la obra de Neruda, pero sí muestra la creación de otro mito socialista más, otro mito falsificado éticamente y del que es necesario que el público general pueda leer todo cuanto escribió y publicó. Son precisamente textos de Neruda como éste a favor de Batista y otros muchos escondidos los que muestran la incoherencia política y ética de Neruda.
Entre esos textos escondidos y excluidos de sus obras completas por intereses de la crítica literaria de izquierdas andan otros cuyos títulos son ya harto significativos: 'Los comunistas queremos una familia' (El Siglo, 9 de septiembre de 1945), 'No dejaré jamás de ser comunista' (El Siglo, 16 de junio de 1958), 'Cuba nos enseñó que no se acaba el mundo si se rompe con el imperialismo' (El Siglo, 11 de enero de 1961)… y así hasta más de doscientos.
Entenderán ahora la importancia de escribir sobre estos mitos socialistas, la necesidad de acabar con la falsa propaganda generada en torno a muchos de estos poetas del fallido comunismo. Por eso es tan ridículo que, por escribir esto, luego nos acusen de ser los sectarios, los malos, los fascistas, los casposos (y otros insultos de preferible omisión).
Estamos y estaremos contra la falsa manipulación de los libros y la literatura, contra los mitos socialistas, tan alejados de la verdadera libertad, la igualdad de oportunidades y la justicia. Neruda fue un buen poeta, sobre todo en sus primeros libros, pero un autor mediocre cuando sustituyó los versos por los panfletos políticos: los que ya conocemos y los que nos esconden.” (Seleccionado de la Web española de Libertad Digital, artículo de Alberto Acereda del 14-04-05).
Pasados los años y, a fin de recomponer su imagen, se lanzó una campaña destinada a dejar en claro que Neruda obró de esta forma, elogió al tirano Batista en razón de que, al igual que sus camaradas, habría recibido desde Moscú una orden dirigida a suscribir pactos con los gobiernos de sus países, aunque fueran los más grandes dictadores y aunque fueran anticomunistas in extremis. Era una manera de enfrentar al nazismo internacional. Recordemos que para esa época, Rusia y sus aliados se encontraban en guerra contra las potencias del Eje. El gran escritor Eudocio Ravines, nos recuerda tal evento señalando que los elogios a Fulgencio Batista reconocían tal origen y que los comunistas cubanos apoyaron al dictador cubano, desde 1940 hasta 1944. Todo ello está admirablemente relatado en “La Gran Estafa”. A sus dones literarios, que los tiene sin duda, Pablo Neruda unía como se ve, el don de la oportunidad política. Mas claro: no tenía al parecer convicciones políticas muy firmes.
No es la primera vez que el comunismo cambia de camiseta, aunque sea en forma aparente, en medio del partido. Así lo hicieron en Francia, mientras duró el pacto secreto Ribentropp-Molotov. Los comunistas franceses no se plegaron a la resistencia, durante ese lapso, debido a las canonjías que recibían del invasor alemán. Cuando se rompió el pacto, les renació el “patriotismo”. Los maquis incrementaron o iniciaron su lucha en tal momento, lo que no ha sido suficientemente divulgado.
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