Así tituló El País: "Misa de los pobres en Caracas". El jesuita exclaustrado José María Díez Alegría declara en Magazine que la Iglesia se ha "alejado de los pobres", que estaban representados por la Teología de la Liberación.
La misa caraqueña no tenía nada que ver con los pobres sino con lo contrario: en primera fila estaban los presidentes Chávez y Lugo. No había pobres por ninguna parte, salvo en la fantasía políticamente correcta del periódico, que jamás aplica a los representantes de la izquierda el principio analítico básico de que las cosas no son verdad sólo porque la gente diga que son verdad. La izquierda ha pretendido siempre representar y reivindicar de modo genuino y exclusivo a una serie de grupos (trabajadores, pobres, obreros industriales, campesinos, ahora mujeres u homosexuales) y el pensamiento único toma esta ficción como si fuera un axioma. No sabemos aún cuán desastrosa será la gestión del presidente Lugo en Paraguay, pero Chávez lleva ya muchos años y sus frutos son conocidos. Curiosamente, El País no destacó la relación que sí cabe plantear razonablemente entre el déspota venezolano y los pobres: gracias a su aciaga gestión, la pobreza en Venezuela ha aumentado.
Lo de Díez Alegría es también interesante, considerando que la Iglesia jamás se ha alejado de los pobres, como lo testimonia una multitud de religiosas y religiosos que los han atendido siempre, y considerando que la Teología de la Liberación fue teología marxista. Otra vez, se supone que la izquierda libera. Todo lo que sabemos en la práctica del marxismo apunta en la dirección contraria: el socialismo marxista constituye una nítida opresión de los trabajadores. Pero no importa, no importa nada. Díez Alegría desbarra con supuestos datos que avalan su ideología: "la mitad de la humanidad vive en la miseria más absoluta", un disparate; y se pone estupendo al proclamar: "el capitalismo global es una barbaridad". Supongo que pensará que el socialismo global es un paraíso, que fue precisamente lo que predicaron los comunistas de sí mismos mientras asesinaban a cien millones de trabajadores. Eso, lógicamente, no fue ninguna barbaridad."( Seleccionado de Libertad Digital, del 29-06-08)
La misa caraqueña no tenía nada que ver con los pobres sino con lo contrario: en primera fila estaban los presidentes Chávez y Lugo. No había pobres por ninguna parte, salvo en la fantasía políticamente correcta del periódico, que jamás aplica a los representantes de la izquierda el principio analítico básico de que las cosas no son verdad sólo porque la gente diga que son verdad. La izquierda ha pretendido siempre representar y reivindicar de modo genuino y exclusivo a una serie de grupos (trabajadores, pobres, obreros industriales, campesinos, ahora mujeres u homosexuales) y el pensamiento único toma esta ficción como si fuera un axioma. No sabemos aún cuán desastrosa será la gestión del presidente Lugo en Paraguay, pero Chávez lleva ya muchos años y sus frutos son conocidos. Curiosamente, El País no destacó la relación que sí cabe plantear razonablemente entre el déspota venezolano y los pobres: gracias a su aciaga gestión, la pobreza en Venezuela ha aumentado.
Lo de Díez Alegría es también interesante, considerando que la Iglesia jamás se ha alejado de los pobres, como lo testimonia una multitud de religiosas y religiosos que los han atendido siempre, y considerando que la Teología de la Liberación fue teología marxista. Otra vez, se supone que la izquierda libera. Todo lo que sabemos en la práctica del marxismo apunta en la dirección contraria: el socialismo marxista constituye una nítida opresión de los trabajadores. Pero no importa, no importa nada. Díez Alegría desbarra con supuestos datos que avalan su ideología: "la mitad de la humanidad vive en la miseria más absoluta", un disparate; y se pone estupendo al proclamar: "el capitalismo global es una barbaridad". Supongo que pensará que el socialismo global es un paraíso, que fue precisamente lo que predicaron los comunistas de sí mismos mientras asesinaban a cien millones de trabajadores. Eso, lógicamente, no fue ninguna barbaridad."( Seleccionado de Libertad Digital, del 29-06-08)
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