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miércoles, 14 de abril de 2010

Pretensión de que la Argentina juzgue a la Guerra Civil Española


En nuestra lejana e inolvidable juventud, veíamos en el cine, o leíamos novelas románticas, donde se describía a la Guerra Civil Española, como episodios del Mío Cid, donde los malvados eran los Nacionales mientras que los Republicanos, eran los buenos de la película. El muchacho que siempre triunfa, ya que era un sinónimo del bien, contra el eje del mal, constituído por el tirano Francisco Franco y su pandilla, constituída por Mussolini y por Hitler.
Con el paso de los años, las figuras heroicas se fueron diluyendo, la aureola se fue desdibujando y los ídolos cayeron en forma estrepitosa. Pasado mucho tiempo después del conflicto armado interno de España, ya fallecido Franco, se fueron disipando las nubes, se fue haciendo la claridad, lo que permitió vislumbrar que oscuros intereses tendían a intentar escribir una historia fraguada, que no se ajustaba, para nada a la realidad vivida, por todos los españoles. Se estaba escribiendo la denominada "historia oficial", modalidad de la que España no tiene el monopolio ya que, desgraciadamente, en nuestro país, ha prendido esta manía patológica. Fuimos viendo entonces que no toda la culpa era de uno solo de los bandos en pugna. La mácula de los Republicamos fue saliendo a luz. Estudios objetivos, nos permitieron determinar que era incierto que quienes alentaban y apoyaban a la democracia eran solamente los que estaban con la II República. Nos enteramos que si bien los nacionales, cometieron toda clase de tropelías, sus adversarios militares no se quedaron atrás. Cientos de templos católicos fueron incendiados. Miles de sacerdotes, monjas y españoles que el único delito que habían cometido eran ser católicos, fueron ajusticiados, cruelmente ajusticiados. Atacados por la sola circunstancia de mantener una religión que a sus oponentes ideológicos, no les gustaba. Hasta se llegó a sacar de sus tumbas a sacerdotes y monjas enterradas en las iglesias, a fin de hacer mofa de ellos, demostrando el desprecio a la religión católica y a sus adherentes. El genocidio brillaba por sus fueros.
Como la crueldad, la comisión de actos aberrantes, de actos inhumanos no estuvo de un solo lado, sino que puede atribuirse con sus mas y sus menos, a ambos bandos en lucha, una etapa de transición decidió luego que se aplicara el olvido a lo sucedido, en aras del futuro de España. El asunto Garzón, da pie a un núcleo conocido, para insistir en sus propósitos de convencer, aunque sea la fuerza, a la mayoría de los españoles, de que la razón estaba de su parte. Tal propósito totalitario, en el fondo, encubierto con la defensa de la democracia, llevó a la táctica de concretar denuncias contra integrantes del gobierno franquista por la comisión de delitos internacionales. Se argumentó, al radicarlas en la Argentina, que en España el Estado no quería proceder a investigar tales eventos, por lo que aplicando la jurisdicción universal, se había optado por concretar tales denuncias en nuestro país. Tal actitud, motivó el artículo que se transcribe a continuación. Dejamos librado al criterio de nuestros lectores, la calificación del mismo.

"Ortega y Gasset escribió en su tiempo estas certeras palabras:

Hace unos días, Alberto Einstein se ha creído con 'derecho' a opinar sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella. Ahora bien, Alberto Einstein usufructúa una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España ahora, hace siglos y siempre. El espíritu que le lleva a esta insolente intervención es el mismo que desde hace mucho tiempo viene causando el desprestigio universal del hombre intelectual, el cual, a su vez, hace que hoy vaya el mundo a la deriva, falto de pouvoir spirituel.

Ahora tenemos otra muestra de esa insolente ignorancia con el New York Times, que en tantas ocasiones ha promocionado el totalitarismo so capa de afición al progreso. Este periódico, con la arrogante desvergüenza de quien no tiene idea de lo que habla, pero se imagina con autoridad moral sobre un país atrasado, defiende a Garzón afirmando que "si, como parece probable, se trataba de crímenes contra la humanidad bajo el derecho internacional, la amnistía de España en 1977, no podía absolverlos legalmente". ¿Parece probable? Pues un periodismo medianamente decente tendría que investigar si ese "probablemente", que puede valer para todo, se acerca a "seguramente" o no. Y si ese periódico cumpliera con la obligación que le impone la deontología informativa, podría hacerlo sin demasiada dificultad, porque hay más que suficiente material publicado que prueba, sin lugar a dudas, que lo más próximo a un genocidio cometido en España fue, sin duda, la persecución religiosa, de la que sus autores y quienes se consideran herederos de sus autores jamás han mostrado el más ligero indicio de autocrítica. También se habría percatado de que la inmensa mayoría de los autores reales o supuestos de los crímenes están muertos, no pueden defenderse ni, por tanto, ser juzgados. Y de que la mayor matanza de prisioneros durante la guerra, con mucho, ha sido la de Paracuellos, cuyo más que presunto responsable, Santiago Carrillo, sigue vivito y coleando. Ahora bien, Garzón se ha negado explícitamente a juzgar a Carrillo alegando la citada amnistía, que por lo visto vale para unos casos, pero no para otros, según el peculiar sentido de la justicia que tienen el propio Garzón, la nunca democrática izquierda española y, por supuesto, el New York Times.

(N.de R.: el fiscal que intervino en el caso de Paracuellos de Jarama, se negó a requerir, a acusar, ya que entendió que los eventos, ocurridos entre noviembre y diciembre de 1936, han prescripto al haber transcurrido 20 años. No alegó que se trató de crímenes de guerra, y por ende imprescriptibles. Agregó que en 1975 y 1977 se concedieron indultos generales, que vedan de manera absoluta la posibilidad de iniciar acciones penales. Finalmente dijo el fiscal que como recién el 13 de septiembre de 1969, adhirió España a la Convención contra el genocidio, se veía en la imposibilidad de aplicar sus disposiciones en forma retroactiva. El Juez Baltasar Garzón, adhirió al criterio sustentado por el fiscal y desestimó la querella citada. Aclaramos que se trata del mismo magistrado que, pasando por alto las disposiciones de amnistía citadas, no hesita en perseguir criminalmente a los acusados, a los amnistiados, violando de tal forma la ley española)

En el colmo del despropósito y la deshonestidad, el NYT afirma que admitir la causa contra Garzón sería "una parodia de la justicia". ¿Qué más parodia que la de ese diario? E informa-manipula así a sus lectores sobre dicho juez: "Su firme objetivo ha sido negar la impunidad a los poderosos". Pues no exactamente. Garzón investigó el caso GAL sólo cuando Felipe González frustró sus ambiciones ministeriales, ha empleado en la instrucción de sus sumarios métodos propios de los Estados policíacos, ha dado carpetazo a algún caso contra el dueño de un banco al que ha pedido sumas generosas de dinero, ha obrado, en relación con la ETA, según las conveniencias de un Gobierno colaborador del terrorismo, etc., aspectos bien a la vista que al NYT, misteriosamente, se le escapan.

Dice también que "España necesita una explicación honesta de su pasado turbulento". ¿Hemos de interpretar la honestidad al modo como lo hace ese periódico? Todos los países tienen un pasado turbulento, también Usa, por supuesto, y la investigación, en todo caso, no corresponde a jueces-estrella que hacen un negocio personal de su trabajo, sino a los historiadores. No olvida el NYT una última manipulación: "la demanda contra Garzón fue impulsada por dos grupos de extrema derecha que temen la investigación". Dudo mucho de que si los grupos fueran de extrema izquierda hablase así el NYT. Pero, en cualquier caso, aquí no hay el menor temor a una investigación, excepto por la extrema izquierda, que en España lo es toda ella. Un temor que se manifiesta en su abuso del poder, del que se valen para ocultar o silenciar las investigaciones independientes que demuestran, entre otras cosas, lo dicho más arriba: que lo más parecido al genocidio y al crimen contra la humanidad lo cometieron, precisamente, aquellos partidos que hoy se identifican con el Frente Popular. La mínima honestidad intelectual –que el NYT evidentemente no tiene, al menos en este caso– obliga hoy a reconocerlo así, o, al menos, a aceptar la investigación y el debate en el terreno historiográfico. No en el legal, donde carece del menor sentido, a menos que se quiera enjuiciar a Carrillo, como quedó indicado.

Hay otro aspecto en este turbio asunto, y es la influencia de la propaganda de la Comintern sobre la guerra civil española, influencia que persiste de forma apabullante, debido al escasísimo sentido que existe en la derecha española sobre el valor de la información internacional. De este modo, Willi Münzenberg sigue ganando batallas después de muerto, como una parodia del Cid. El NYT tiene un gran prestigio internacional, pero también una enorme arrogancia y una honestidad profesional harto dudosa.". (Seleccionado de un artículo de D.Pío Moa, distinguido historiador, publicado el 14-04-10, en la web española de Libertad Digital).

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