El señor Evo Morales, como ya es mundialmente famoso, declaró que el pollo criado con hormonas induce la homosexualidad masculina y provoca la calvicie entre los europeos. Con toda seriedad, agregó que la Coca-Cola sirve para desatascar los inodoros.
Esas noticias, claro, dieron la vuelta al mundo. No se trataba de una muestra extraña de humor. Evo hablaba en serio. Pocas semanas antes había revelado un descubrimiento histórico sorprendente: Bolivia, en el pasado, había tenido que enfrentarse al Imperio Romano. No aclaró si fue contra Julio César o contra Marco Antonio. Sería útil preguntarle.
¿De dónde saca el señor Morales esas estupideces? En realidad, no son originales. Nadie ha acusado nunca a Morales de tener ideas originales. Hasta ese nivel de difamación no llegan ni sus más encarnizados enemigos. Son rumores populares que circulan en las zonas más ignorantes de las sociedades. Yo los había escuchado antes junto a informaciones fidedignas del aterrizaje de extraterrestres en México y la triste noticia del muchacho que nació con un rabo de cerdo porque era hijo de una pasión incestuosa.
Para los bolivianos se trata de un problema grave. La ignorancia y las supersticiones son dos pésimas fuentes de inspiración para tomar decisiones. Evo Morales no es un hombre malo que quiere hacer daño a sus compatriotas. Será devastador para Bolivia porque tiene la cabeza llena de boberías, pero ese es otro ángulo del problema. Se trata de un pobre ignorante cuyos conocimientos de economía, derecho y relaciones internacionales son similares a los que tiene de genética y de historia. Eso es inevitable: la información que manejan las personas suele moverse dentro de un mismo horizonte. Si uno cree que Platón y Aristóteles son un dúo de cantantes, a partir de ahí puede suceder cualquier cosa.
Revel solía decir y escribir que la mentira regía las relaciones entre las personas y las naciones. Es cierto, pero hay que matizar. Hay estupideces, falsedades y errores. En general, el señor Morales dice estupideces porque es una persona muy deficientemente informada. Sabe pocas cosas y las que sabe suelen estar equivocadas. Hugo Chávez también dice estupideces, pero con frecuencia les añade falsedades.
Cuando el terremoto que destrozó a Haití, Chávez dijo, tan campante, que el sismo fue provocado por una máquina infernal creada por la marina norteamericana. Aseguró que la información provenía de una infalible fuente rusa. Washington estaba probando su engendro bélico y, de paso, aprovechó para invadir Haití como parte de sus proyectos imperialistas. Parece que es una segunda generación de artefactos vinculados a las fuerzas destructivas de la naturaleza: en los años sesenta Fidel Castro denunció que el Pentágono desviaba los ciclones hacia Cuba.
Luego quedan los errores intelectuales. Los errores surgen de percepciones distorsionadas que inducen a conclusiones absurdas. A veces los sostienen personas usualmente bien informadas. ¿Cuántas veces hemos escuchado que a las naciones poderosas les convienen las guerras porque potencian la prosperidad? O la otra variante de ese disparate que suele escucharse cuando se producen las peores catástrofes: "La economía va a mejorar como resultado del esfuerzo de reconstruir los daños materiales". Esto último acabo de leerlo en una publicación chilena.
¿Qué es más destructivo, padecer a un gobernante ignorante, a uno mentiroso, a uno equivocado? Si las categorías estuvieran aisladas, probablemente lo más grave sería colocar a la cabeza del gobierno a quienes sostienen ideas o teorías equivocadas (los marxistas, por ejemplo) que tener de presidente a un ignorante o a un embustero. El problema es cuando se solapan los tres componentes. Y eso, me temo, es lo que suele ocurrir. Ignoran, mienten y están equivocados. (Seleccionado de la web española de Libertad Digital del 27-04-10)
Esas noticias, claro, dieron la vuelta al mundo. No se trataba de una muestra extraña de humor. Evo hablaba en serio. Pocas semanas antes había revelado un descubrimiento histórico sorprendente: Bolivia, en el pasado, había tenido que enfrentarse al Imperio Romano. No aclaró si fue contra Julio César o contra Marco Antonio. Sería útil preguntarle.
¿De dónde saca el señor Morales esas estupideces? En realidad, no son originales. Nadie ha acusado nunca a Morales de tener ideas originales. Hasta ese nivel de difamación no llegan ni sus más encarnizados enemigos. Son rumores populares que circulan en las zonas más ignorantes de las sociedades. Yo los había escuchado antes junto a informaciones fidedignas del aterrizaje de extraterrestres en México y la triste noticia del muchacho que nació con un rabo de cerdo porque era hijo de una pasión incestuosa.
Para los bolivianos se trata de un problema grave. La ignorancia y las supersticiones son dos pésimas fuentes de inspiración para tomar decisiones. Evo Morales no es un hombre malo que quiere hacer daño a sus compatriotas. Será devastador para Bolivia porque tiene la cabeza llena de boberías, pero ese es otro ángulo del problema. Se trata de un pobre ignorante cuyos conocimientos de economía, derecho y relaciones internacionales son similares a los que tiene de genética y de historia. Eso es inevitable: la información que manejan las personas suele moverse dentro de un mismo horizonte. Si uno cree que Platón y Aristóteles son un dúo de cantantes, a partir de ahí puede suceder cualquier cosa.
Revel solía decir y escribir que la mentira regía las relaciones entre las personas y las naciones. Es cierto, pero hay que matizar. Hay estupideces, falsedades y errores. En general, el señor Morales dice estupideces porque es una persona muy deficientemente informada. Sabe pocas cosas y las que sabe suelen estar equivocadas. Hugo Chávez también dice estupideces, pero con frecuencia les añade falsedades.
Cuando el terremoto que destrozó a Haití, Chávez dijo, tan campante, que el sismo fue provocado por una máquina infernal creada por la marina norteamericana. Aseguró que la información provenía de una infalible fuente rusa. Washington estaba probando su engendro bélico y, de paso, aprovechó para invadir Haití como parte de sus proyectos imperialistas. Parece que es una segunda generación de artefactos vinculados a las fuerzas destructivas de la naturaleza: en los años sesenta Fidel Castro denunció que el Pentágono desviaba los ciclones hacia Cuba.
Luego quedan los errores intelectuales. Los errores surgen de percepciones distorsionadas que inducen a conclusiones absurdas. A veces los sostienen personas usualmente bien informadas. ¿Cuántas veces hemos escuchado que a las naciones poderosas les convienen las guerras porque potencian la prosperidad? O la otra variante de ese disparate que suele escucharse cuando se producen las peores catástrofes: "La economía va a mejorar como resultado del esfuerzo de reconstruir los daños materiales". Esto último acabo de leerlo en una publicación chilena.
¿Qué es más destructivo, padecer a un gobernante ignorante, a uno mentiroso, a uno equivocado? Si las categorías estuvieran aisladas, probablemente lo más grave sería colocar a la cabeza del gobierno a quienes sostienen ideas o teorías equivocadas (los marxistas, por ejemplo) que tener de presidente a un ignorante o a un embustero. El problema es cuando se solapan los tres componentes. Y eso, me temo, es lo que suele ocurrir. Ignoran, mienten y están equivocados. (Seleccionado de la web española de Libertad Digital del 27-04-10)
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