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miércoles, 30 de julio de 2008

El Ultimo Testigo de la Muerte de Adolfo Hitler Rectifica Reconstrucciones de los Episodios


"Ahora con 90 años e incapaz de satisfacer los muchos pedidos de entrevistas que le hacen, Misch ha decidido publicar su historia. 'Der letzte Zeuge' ('El último testigo') fue motivado principalmente por su deseo de aclarar detalles que, según dice, fueron mal interpretados en reconstrucciones como la película de 2004 'Der Untergang' ('La caída'), protagonizada por Bruno Ganz.
La perspectiva de Misch sobre 'el jefe', como él y sus colegas se referían a Hitler, no es la historia de un monstruo racista obsesionado por la idea de dominar al mundo y exterminar a todo un pueblo.
Nos muestra el Hitler privado, con datos minuciosos de lo que comía (montones de papilla de avena por sus persistentes problemas estomacales), sus pequeños actos de amabilidad hacia el personal, su insistencia en tener una botella de agua caliente para los pies en la noche y su afecto por su perro Blondi. Hay episodios en que el relato de Misch parece históricamente irrelevante por tales motivos.
No tenía acceso a las reuniones que plasmaron los acontecimientos mundiales y sus recuerdos son a menudo banales: cuando el ministro de relaciones exteriores soviético, Vyacheslav Molotov, visitó Berlín en noviembre de 1940 para asegurarse de que Alemania no apostaría soldados en Finlandia, Misch recuerda el estado del tiempo.
"Llevé una manta a su limusina porque quería enrollarla alrededor de sus piernas'', escribe. "Hacía muchísimo frío". Alto, atlético y buen mozo, Misch estaba poco interesado en la política.
"El joven Rochus tenía muy pocas preguntas que hacer'', escribe.
Después de capacitarse como pintor de carteles, se unió a la SS (la fuerza especial de policía del Partido Nazi) en 1937. Fue herido durante la invasión a Polonia en 1939.
Fue reclutado para el Begleitkommando (grupo de guardaespaldas encargado de proteger la vida del dictador nazi) personal de Hitler en 1940.
Orgulloso de que se le confiara tal proximidad, también estaba decidido a mantenerse lejos del frente. "Cualquier cosa menos eso'', dice.
Así que se convirtió en un esforzado miembro del equipo, al punto de que estuvo apostado en el búnker hasta el final. Incluso después que los cadáveres de Hitler y Eva Braun fueron reducidos a cenizas, el ministro nazi de Propaganda, Joseph Goebbels, se negó a licenciar a Misch.
Este fue finalmente liberado el 2 de mayo de 1945, solo para que lo atrapara el ejército soviético y lo encerrara en gulags durante nueve años.
La actitud de Misch hacia Hitler era de sobrecogimiento: cuando empezó a trabajar en la cancillería, u oficina administrativa, del estado, temía cruzarse en su camino.
A la vez, también recuerda pequeñas amabilidades de Hitler hacia él: la atención del médico personal del líder nazi una vez que parecía enfermo, un regalo de vino para su boda y un pase para la noche a fin de que saliera con una chica.
Hombre simple
"El Hitler privado era un hombre normal, simple, la persona más simple que he conocido'', escribe. "Solo para el mundo exterior se vestía de su papel de líder, en el que todo debía ocurrir de acuerdo con el protocolo y el desempeño debía ser perfecto''.
Aunque sus dotes analíticas son casi inexistentes, Misch tiene poderes impresionantes de observación y memoria. Estos son de lo más valioso en su descripción de la muerte en acecho y de la claustrofobia sofocante en el búnker laberíntico.
"Aquellos de nosotros que aún no habían sido liberados porque nuestros servicios eran indispensables sabíamos bien que la probabilidad de salvar nuestro pellejo solo vendría tras la muerte de Hitler'', escribe. "Por ello la esperábamos''.
Hacia el final, Misch era uno de los tan solo cinco habitantes del búnker, con Hitler, Braun, Goebbels y un técnico. Le irrita que el film 'La caída' muestre al búnker como un ajetreado centro neurálgico con constantes idas y venidas.
"La mayor parte de eso ocurría en los sótanos de la cancillería, y una parte en el búnker de entrada'', escribe Misch. En el Fuehrerbúnker, que estaba a mayor profundidad que el sótano y el búnker de entrada, reinaba un "silencio mortal'', rememora.
Nos enteramos que Braun, a quien Misch admiraba mucho, se pintaba los labios y usaba ropa elegante hasta el fin, y que ella y Magda Goebbels juraron seguir a sus hombres en la muerte. "Hemos vivido con ellos, moriremos con ellos'', recuerda que dijeron.
A diferencia de Braun, Hitler estaba hecho polvo. "Se movía con pesadez, arrastrando una pierna tras otra. Su mirada con frecuencia estaba perdida, su sentido del equilibrio parecía dañado'', dice Misch.
Misch estaba a punto de tomar la pausa del almuerzo cuando Hitler se suicidó. Vio los cadáveres del dictador y Braun -que se habían casado en el búnker el día antes- sentados donde habían muerto.
Miró cuando se llevaban al cuerpo de Hitler, "envuelto en una manta gris'' que era "demasiado corta para cubrirlo completamente, y sus pies sobresalían por un extremo''.
Chicos asesinados En uno de los más espeluznantes pasajes, Misch describe cómo Magda Goebbels vistió a sus seis hijos con largos camisones blancos y los peinó, hablándoles suavemente antes de asesinarlos en sus camas. Reapareció más tarde con los ojos enrojecidos pero sin llorar, y se sentó ante una mesa a jugar un solitario.
"La gente a menudo me pregunta qué pensé cuando Hitler murió'', dice Misch. "Finalmente, pensé, finalmente. La cosa más terrible que experimenté en el búnker no fue su muerte. La cosa más terrible fue la muerte de esos chicos''. (Seleccionado del Bloomberg News - Catherine Hickley)



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