Cuanto mas se difunda, como un país previsor, evita la muerte con motivo de un fenómeno de la naturaleza. Cuando se advierta que, en cualquier país, se debe encarar lo que se debe hacer para impedir que sus habitantes sean víctimas de un fenómeno como el sucedido en la hermana Chile. Cuando se tome en cuenta, que los gobernantes tienen el deber, la obligación de hacer lo necesario para preservar la vida de sus conciudadanos, entonces recién entonces, se podrá decir que estamos ante un país del Primer Mundo. Chile tomó conciencia de tales obligaciones. Adoptó un código para erigir edificaciones antisísmicas. Lo fué reformando, aprendiendo de sus propias desgracias. Creo que nosotros, no hubiéramos adoptado esta misma conducta y, ante la desgracia sería fácil imputar la misma al imperialismo norteamericano. Señala un medio español :
"Un terremoto quinientas veces más potente ha causado 350 veces menos víctimas mortales. Esta absoluta contradicción entre los seísmos de Chile y Haití -ocurridos con apenas una diferencia de un mes y medio entre ellos- tiene diferentes causas (profundidad del seísmo y la cercanía a núcleos urbanos, entre otros) pero en realidad se pueden resumir en una sucesión de letras y números sin aparente sentido: Nch433.
Ésta es la norma que rige en Chile desde 1996 para la construcción siguiendo mecanismos antisísmicos, es decir, para minimizar los daños en casos como el del terremoto ocurrido el pasado sábado, que con una magnitud de 8.8 ha sido uno de los más potentes de la historia del país.
"Eso es lo que los sismólogos pueden hacer en los países del primer mundo: sabemos cómo son los contactos entre las placas y cómo pueden ser los terremotos que pueden ocurrir y eso se plasma en una legislación sismoresistente que evita que los edificios se vengan abajo", asegura Juan José Rueda, jefe del servicio de información sísmica del Instituto Geográfico Nacional de España.
En el caso de Chile, la revisión de las normas de diseño sísmico de los edificios son fruto de un análisis en el que participan expertos del país y que, además, surge de la experiencia de terremotos anteriores.
Así la norma de 1996 es la modificación de una anterior de 1993 y otra de 1972, cuya efectividad fue probada durante el seísmo que afectó a Santiago en 1985.
En ellas se recoge una zonificación sísmica del país en la que se detalla en qué lugares los edificios deben tener una mayor protección sísmica en virtud de lo expuestos que se encuentran ante un seísmo severo.
Además, se establecen normas de edificación como, por ejemplo, que las construcciones en zonas sísmica deben tener hormigón armado norteamericano.
"Cuando ocurre un terremoto hay cosas que no se pueden evitar como que la escayola de un techo se caiga y mate a una persona, pero sí conocemos qué tipos de ondas se van a generar y eso se plasma en la construcción del edificio", detalla Rueda.
Según el Ministerio de Vivienda de Chile, su país cuenta con la legislación más avanzada de Latinoamérica en materia de riesgo antisísmico.
Sea cierto o no, ha salvado muchas vidas, tal y como demuestra un dato: en Puerto Príncipe, la capital de Haití, solo se conocían dos edificios construidos según las normas antisísmicas...y ambos siguen en pie.
Con todo, el código de edificación chileno tiene sus lagunas. Por ejemplo, el hecho de que un edificio cumpla las normas antisísmica lo establecía un ingeniero contratado por la promotora hasta que en 2005 se cambió la normativa para que se pudiese hacer una revisión independiente de ese dictamen.
Además, quedan fuera del código antisísmico infraestructuras como puentes y carreteras, que han resultado muy afectados por el seísmo del pasado sábado.
Sin embargo, un análisis pormenorizado de lo que pudo haber ocurrido en Haití si se hubiese producido un terremoto como el de Chile hace temblar.
La energía liberada por el seísmo fue 500 veces superior al de Haití, aunque en el caso de Chile se produjo a 200 kilómetros del mayor núcleo urbano, Concepción, frente a los 25 kilómetros que separó el epicentro de la capital de Haití, Puerto Príncipe.
Además, la profundidad del seísmo chileno fue mayor, en torno a los 35 kilómetros, lo que palió en cierta medida los daños, pese a que desató varios tsunamis.
"La historia sísmica de Haití no contempla una magnitud de terremoto de este tipo", reconoce Rueda, que habla de "consecuencias devastadoras" si un evento de tal magnitud se hubiese producido en la isla caribeña.
Mientras y aunque el gobierno chileno reconoce que el número de víctimas aumentará, la sola comparación de los 711 muertos de Chile con los 300.000 estimados en Haití ilustra la importancia de las aburridas normas de un código de edificación.
Para apreciarlo mejor, solo un dato: Según un informe preliminar del Banco Interamericano de Desarrollo, el terremoto en Haití es el más devastador de la historia, con entre 20.000 y 25.000 muertes por millón de habitante. En Chile, por el momento, solo son 41. (Seleccionado de la web de RTV Española, del 1º de marzo de 2010)
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