Como era de esperar, ingenuamente casi no se dió a publicidad, en la Argentina, que en la R.O. del Uruguay los partidarios de juzgar y sancionar judicialmente a los militares, que habrían violado los DD.HH, durante la guerra contra la subversión, entre 1973 y 1985, se vieron defraudados en sus esperanzas ya que el pueblo votó la caducidad de las acciones judiciales, por lo que no se podrá concretar tal aspiración. Salvo que dentro de unos años, sigan preguntando lo mismo, hasta que se cansen ante el resultado adverso.
Como vemos, se votó, en realidad, si se seguía caminando con la vista hacia atrás,o caso contrario si se emprendía el camino con la vista puesta en un promisorio futuro.Si predominaba el odio de una parcialidad o el espíritu componedor, de la mayoría de la ciudadanía. Horrorizada por el sangriento pasado, al que contribuyeron, en primer término, los elementos terroristas subversivos, asesinando, secuestrando y poniendo bombas y, en segundo lugar, quienes se apartaron de las leyes y reglamentos con el declarado fin de aniquilar a sus enemigos.
En la actualidad, los entonces guerrilleros, sanguinarios en su accionar, ocupan funciones en el gobierno uruguayo. Habrán recapacitado que el camino que otrora eligieron, no era el que mas convenía a los intereses uruguayos. La sangre trae mas sangre y el odio lleva consigo, inexorablemente, una cuota de odio que aumenta geométricamente. El periódico español Periodista Digital, se ocupó del tema:
"El que es malo de pequeño, suele serlo de mayor. Hay excepciones. Gente que de repente ve la luz, concluye que iba por una senda equivocada y cambia de camino.
Y parece humano dar al converso una oportunidad. Hasta ahí, todo bien, pero llama la atención el caprichoso criterio con que se aplica la generosidad.El domingo se celebraron elecciones en Uruguay y los ciudadanos, a la vez que votaban por el candidato que desean como presidente los próximos cuatro años, se pronunciaron a favor o en contra de la ley que declara caducadas las causas contra militares acusados de violaciones a los Derechos Humanos. En concreto, las cometidas durante la dictadura, entre 1973 y 1985.
Perdieron por poco los partidarios de investigar, juzgar y encarcelar a los uniformados que protagonizaron una eficaz, eficiente, efectiva y brutal represión sobre los movimientos de izquierda hace treinta años y se han alzado voces, dentro de Uruguay y fuera, censurando que se ratifique esa ley de amnistía.
Tienen su lógica las protestas. Quien la hace la debe pagar y el derecho de las víctimas a obtener justicia no puede quedar diluido con el paso de los años. Dicho esto, llama la atención que ni uno solo de los que critican el resultado del plebiscito, subraye que en esas mismas elecciones el candidato más votado haya sido Pepe Mujica (Frente Amplio).
Mujica, cuyas posibilidades de hacerse con la presidencia el 29 de noviembre, en segunda vuelta, son muy altas, tiene 75 años y aspecto paternal, pero hace treinta se dedicaba con ahínco a secuestrar y asesinar, como líder de los tupamaros.
Ya no está en esas faenas, pero tampoco están en las suyas los militares en cuyas casas ponía Mujica bombas. Tampoco los empresarios, que enterró en vida en «cárceles del pueblo». O los civiles inocentes que acribilló a balazos cuando asaltaba bancos. A cada uno lo suyo. (Seleccionado de una nota de Alfonso Rojo, de la web española de Periodista Digital, del 29-10-09)
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