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viernes, 12 de diciembre de 2008

Se Imputa Falta de Legitimidad a la Organización de las Naciones Unidas, Para Defender el Imperio de la Ley


No es la primera vez, que se formulan gravísimas imputaciones a funcionarios de las Naciones Unidas. La tarea universalmente reconocida, de la organización mundial determina que, en ocasiones, las imputaciones de eventos aberrantes, sean ignoradas, ocultadas o que parezcan increíbles o fantasiosas. Recientemente ha aparecido un libro, insistiendo en tales imputaciones. La credibilidad o no de ellas la dejo librada al criterio de cada lector.

"Cuando una organización pretende ser universal, lo más que le debe preocupar es precisamente la firmeza en la defensa de los valores que se entienden unen al género humano, más allá de diferencias ideológicas, nacionales, religiosa, étncias, etc. Sin embargo, la ONU no ha criticado a los países árabes por firmar una declaración distinta de los derechos humanos basada en la Sharia, cuando eso precisamente convierte a la Declaración UNIVERSAL de los Derechos Humanos, en universal sólo para los países no musulmanes.

Pero ahora descubrimos que no sólo no respetan principios cuya interpretación puede ser más o menos distinta, debido a la procedencia del lector, sino que directamente sus representantes e integrantes infringen los más básicos principios relativos a la dignidad humana. Eric Frattini ha escrito un libro llamado “ONU Historia de la corrupción”, en el que cuenta cosas tan jugosas como éstas:Los orígenes de la criatura se encuentran, irónicamente, en el prostíbulo neoyorkino Billy Rose’s Diamond Horseshoe, “sexo y alcohol durante toda la noche para los padres fundadores de la ONU”. Por lo visto, los diplomáticos consideraron que necesitaban un poco de relax para rebajar la tensión de las negociaciones. Nada mejor que un lupanar estadounidense donde poder proseguir con el diseño de las Naciones Unidas.

Marcada por este “pecado original”, la prostitución se ha convertido en compañera inseparable de la ONU durante toda su vida. De hecho, su primer secretario general, Trygve Lie, fue descubierto en un prostíbulo de Ginebra por otro funcionario de la ONU durante un viaje oficial.
Mucho más grave fueron los sucesos de las UN call-girls. Estas muchachas eran supuestamente espías de EEUU cuyo cometido era seducir a los diplomáticos: “En el segundo piso del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York, con sus grandes ventanales sobre East River, las cortesanas (…) proporcionaban un complemento animado a las reuniones diplomáticas”. De hecho, estas geishas se infiltraron de tal manera en la estructura de las Naciones Unidas que se volvieron incontrolables; todos los diplomáticos, a todas horas, estaban haciendo uso de sus servicios sexuales. Durante las pausas de las reuniones, los embajadores acudían en manada al baño acompañados por estas chicas.
La buena vida de los embajadores continuaba sin demasiadas dificultades, hasta que, un día, una joven de menos de 20 años apareció “brutalmente golpeada, violada, sodomizada y estrangulada” en una delegación de un país árabe. Por lo visto, después de drogarla, los diplomáticos, haciendo uso de su inmunidad diplomática, se dedicaron a violarla, hasta que, finalmente, falleció. El entonces secretario general, U Thant, se negó a denunciar los hechos, entre otras cosas porque el país árabe en cuestión estaba a punto de entregar una cuantiosa donación de petrodólares a la ONU.
La burocracia también se convirtió en un instrumento de acoso sexual interno: “Una de cada cuatro mujeres trabajadoras de las Naciones Unidas dijo haber sido acosada sexualmente, mediante proposiciones para realizar favores sexuales a cambio de una promoción u otros beneficios en el trabajo”. El caso más famoso, por su repercusión mediática, fue el de Catherine Claxton, que se vio acosada por un alto cargo, protegido y amigo del poderoso Butros-Gali.
El acoso sexual era frecuentísimo, incluso entre hombres. El asistente para Asuntos de Protocolo de Pérez de Cuéllar, un diplomático egipcio llamado Aly Teymour, se vio envuelto en un caso de acoso sexual a un joven funcionario que terminó con la rescisión del contrato del acosado.
Pero, sin duda, los casos más graves de prostitución han sido los protagonizados por los “cascos azules”, ese proyecto de ejército mundial que tiene que velar por la paz universal. Allí donde han sido enviados en “misión humanitaria”, las redes de prostitución se han multiplicado. En Mozambique se produjeron violaciones de niños y niñas de hasta ocho años de edad. En Liberia, varias niñas que se negaron a prostituirse fueron degolladas. En Kosovo hubo cascos azules que contribuyeron a expandir el tráfico de mujeres y niñas. En el Congo se practicaba la violación sistemática de las mujeres de las tribus, que, al haber sido “mancilladas”, estaban condenadas a quedarse sin marido. Las prácticas eran tan habituales que, bajo el secretariado general de Kofi Annan, uno de los primeros aprovisionamientos que recibían los cascos azules al desembarcar en un país era una caja de preservativos.
Dos crímenes me parecen especialmente repugnantes. El primero tuvo lugar en Bosnia-Herzegovina y afectó a cascos azules canadienses: “En julio de 1996, el ejército canadiense reconocía que había pruebas suficientes que demostraban que hasta treinta y dos casos azules de Canadá habrían golpeado, torturado y violado a pacientes y enfermeras de un hospital psiquiátrico de Bosnia”. Hay que tener presente que las barbaries de los cascos azules han sido perpetradas por soldados de todas las nacionalidades; no se trata de gente especialmente incivilizada, sino de una estructura política y estatatista que lleva el mal inserto en su constitución.
El segundo caso acaeció en Angola: varios casos azules violaron a una niña de once años que había perdido la pierna izquierda al ser alcanzada por una mina antipersona. En otras palabras, la cría, ingresada en el hospital, ni siquiera tuvo la opción de salir corriendo.
Los crímenes de los casos azules y de sus altos mandos van mucho más allá. En Somalia, las dos actividades preferidas de los casos azules eran “el disparo turco” y “el submarino”. El primero consistía en disparar desde lejos a un grupo de somalíes para ver cuántos caían muertos; el segundo, en lanzar al río Juba a niños que no sabían nadar para ver cuántos eran rescatados por sus familias antes de que se ahogaran. Los salvajismos pacificadores fueron más allá: Frattini nos ofrece imágenes de cascos azules quemando en una fogata a un niño somalí, u obligando a otro a beberse sus vómitos.
Corruptos existen en todas partes; por ello, la cuestión que debemos plantearnos es por qué la ONU no ha hecho nada para arrancar de raíz estos males. La política frecuente de la organización ha pasado por ocultar los datos, no investigarlos o, como mucho, lanzar una reprimenda a los soldados. Pocos expedientes –y no por iniciativa de la ONU, sino de las autoridades nacionales– se han llegado a abrir.
Conocida es, así mismo, la responsabilidad de Kofi Annan en el genocidio ruandés. Mientras que el general Romeo Dallaire, un casco azul honrado, insistía en la necesidad de eliminar los depósitos de armas de los hutus, tras haber interceptado información relativa a sus intenciones asesinas, Annan se limitó a ordenarle que “no debía llevar a cabo ninguna de las acciones que él proponía”, pues el cometido de la ONU no era el de tomar parte por ninguna de las partes en conflicto. El resultado fueron 800.000 tutsis y hutus moderados asesinados, torturados y masacrados.
Ahora bien, tampoco pensemos que todos los casos azules destinados en Ruanda eran hermanitas de la caridad. Algún alto mando como el general Dallaire tenían la intención de detener el genocidio, pero otros se dedicaron a divertirse. Veamos qué escribe Frattini acerca de la tragedia del magistrado Joseph Kovaruganda, un hutu moderado opuesto al conflicto: “Mientras los hutus mutilaban al juez y violaban a su esposa y a sus dos hijas, de once y nueve años, los casos azules de Ghana reían y bebían con los verdugos fuera de la casa”.
También desvela en el libro la conspiración dirigida por gente del Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Kenia para “matar al embajador de Estados Unidos” así como que la Onu también permitió la masacre de Srebrenica.

Sobre Srebrenica, donde 8.000 musulmanes fueron asesinados en 1995 por las tropas serbobosnias de Ratko Mladic, aparece “un documento enviado por los cascos azules franceses al Gobierno de París, dando cuenta de un acuerdo alcanzado con Mladic por el cual el alto mando dejaba el espacio abierto a los serbios: no ordenaría bombardeos sobre las fuerzas serbobosnias y éstas no secuestrarían soldados franceses”. ... (Seleccionado de Spanish Eowyn del 19-11-05)

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