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lunes, 15 de diciembre de 2008

Recuperaron Los Papeles De Don Niceto - Parte Segunda


“Los antecedentes de esta rocambolesca historia son conocidos. En la primavera de 1937, un grupo de incontrolados desvalija las cajas de seguridad de la oficina del banco Credit Lyonnais de Madrid y se lleva los recuerdos personales del ya ex presidente Alcalá-Zamora, de exilio voluntario de España. Los autores intelectuales, diríamos ahora, fueron Manuel Azaña y Santiago Carrillo, según la propia acusación de Don Niceto. De los materiales jamás se supo, ni tampoco el peregrinar de un maletín que parecía habérselo tragado la tierra. Pero tenía dueño, un arquitecto por aquel entonces veinteañero que se llevó a la tumba el secreto de cómo lo consiguió. Es precisamente su muerte, a finales de los años setenta y en accidente de tráfico, lo que devuelve a la vida los papeles perdidos de Alcalá-Zamora. La maleta de cuero queda incluida en el reparto de la herencia y le cae en suerte a uno de los hijos, el empresario de esta historia, sin que ni siquiera -según su testimonio- sepa cuál es su contenido. No hay, por el momento, prisa por airear los papeles. El negocio va bien y el industrial abre un hotel rural en Burgo de Osma. Será aquí donde salte la primera liebre. Acuciado por el fin de mes y por alguna que otra inversión que se tuerce, el empresario comienza a ofrecer el valioso material a sus clientes, entre los que se encuentra, según fuentes de la investigación, el ex marido de una ex ministra del primer Gobierno de Zapatero. Será él quien ponga sobre la pista.

La siguiente estación es ese correo electrónico, uno más de aquella tarde de otoño, recibido en uno de tantos ordenadores de la Cadena COPE. «Jorge, echa un vistazo a ésto. ¿Qué te parece?», le espeta César Vidal a Fernández-Coppel, mientras recurre a una de sus aficiones, la grafología, para contrastar el texto del ex jefe del Estado que le envían por correo con los documentos que tiene en casa. La conclusión es que nadie miente: es la letra de Don Niceto. Veamos. El plan es el siguiente. Vidal comunica al vendedor que acepta reunirse con él, pero le dice que en su lugar enviará a un colaborador suyo, sin mencionarle que es Fernández-Coppel, versado en la Segunda República. Con él irá un agente de la Guardia Civil de paisano para preparar el terreno. El resultado deja estupefacto a Coppel. «Ni la maleta de José Antonio ni los cuadernos de Azaña -sentencia Vidal-. Creo que no se ha encontrado una documentación más valiosa que ésta». La cita definitiva se produce en la cafetería Rodrigo de Valencia, un acogedor local a unos 200 metros del Ayuntamiento. No hay negocio, sin embargo. A la salida del bar, los agentes de la Benemérita detienen al vendedor y se incautan del material. Fin de la historia. (Seleccionado de la Web de La Razón del 13-12-08)

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