“Los antecedentes de esta rocambolesca historia son conocidos. En la primavera de 1937, un grupo de incontrolados desvalija las cajas de seguridad de la oficina del banco Credit Lyonnais de Madrid y se lleva los recuerdos personales del ya ex presidente Alcalá-Zamora, de exilio voluntario de España. Los autores intelectuales, diríamos ahora, fueron Manuel Azaña y Santiago Carrillo, según la propia acusación de Don Niceto. De los materiales jamás se supo, ni tampoco el peregrinar de un maletín que parecía habérselo tragado la tierra. Pero tenía dueño, un arquitecto por aquel entonces veinteañero que se llevó a la tumba el secreto de cómo lo consiguió. Es precisamente su muerte, a finales de los años setenta y en accidente de tráfico, lo que devuelve a la vida los papeles perdidos de Alcalá-Zamora. La maleta de cuero queda incluida en el reparto de la herencia y le cae en suerte a uno de los hijos, el empresario de esta historia, sin que ni siquiera -según su testimonio- sepa cuál es su contenido. No hay, por el momento, prisa por airear los papeles. El negocio va bien y el industrial abre un hotel rural en Burgo de Osma. Será aquí donde salte la primera liebre. Acuciado por el fin de mes y por alguna que otra inversión que se tuerce, el empresario comienza a ofrecer el valioso material a sus clientes, entre los que se encuentra, según fuentes de la investigación, el ex marido de una ex ministra del primer Gobierno de Zapatero. Será él quien ponga sobre la pista.
La siguiente estación es ese correo electrónico, uno más de aquella tarde de otoño, recibido en uno de tantos ordenadores de
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