El 20 de noviembre de 2010, nuestra presidente Cristina Fernández de Kirchner, visitó el lugar donde se libró el 20 de noviembre de 1845, lo que históricamente conocemos todos los argentinos, como “Combate de la Vuelta de Obligado”.
Pronunció un discurso expresando que estaba "cubriendo una deuda histórica de los argentinos y de su historia, y recordando una epopeya como fue la Vuelta de Obligado". Añadió algo que la mayoría de los argentinos desconocíamos, ya que
reveló que se trataba de "Una historia oculta, premeditadamente oculta desde hace 165 años por la historia oficial". (sic). Exaltó la valentía de D. Juan Manuel de Rosas y del general Lucio V. Mansilla, a quien definió como
"un soldado con honor" que colocó cadenas en el río Paraná para lograr que se rindieran las tropas anglofrancesas. … (¿?). Finalmente se interrogó: "¿Por qué la escuela nos ha enseñado cada una de las batallas y campañas en donde nos permitieron liberarnos de España.
Sin embargo, se ocultó la lucha que hubo contra otros colonialismos como aún existen en las islas Malvinas"”. No nos dió la respuesta a tal interrogante.
En cuanto cubrir “una deuda histórica de los argentinos”, tengo mis dudas en cuanto al éxito de tal intención. Si hubiera sido sincera, nada se oponía a que en 2003, apenas iniciado el ciclo constitucional de su cónyuge el Dr. Néstor Kirchner, se hubiera remediado esa situación, tan anómala. Tuvieron que pasar mas años, hasta que, curiosamente, se haya decidido a poner coto a tal desmemoria. No podemos hacer a un lado la circunstancia de que la presidente puso, como se dice, el dedo en la llaga. En efecto, al sostener que la historia del combate fue
"Una historia oculta, premeditadamente oculta desde hace 165 años por la historia oficial", olvidando que es la presidente de todos los argentinos,
se enrola facciosamente en una tendencia conspirativa, representativa de una verdad, a medias. Con solo mirar el reverso de un billete de veinte pesos, de la actual moneda, es fácil advertir que allí se encuentra la réplica de una escena de la acción bélica aludida.
Recordemos que este billete salió a la circulación, en la época del denostado Carlos S.Menem, en la que se robaría, no lo descartamos, pero al menos no se intentaba, mediante viles maniobras, desunir a todos los argentinos. A mayor abundamiento, no podemos pasar por alto, sin incurrir en ingratitud hacia los autores que, en la década del 70, gobernando el peronismo,
por medio de la Ley Nº 20.770 del año 1974 se instauró el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional. Otro indicio vehemente de que, en los últimos años comenzó a revisarse nuestra historia, tornándose mas objetivas ciertas valoraciones sobre nuestro conflictivo pasado.
O sea que tal actitud, que no ha merecido ni cita ni elogio de la señora presidente, no es de pertenencia exclusiva de ningún argentino. Desde que tengo memoria supimos que coexisten distintas valoraciones sobre el accionar de D.Juan Manuel de Rosas. Algunos lo consideran un tirano, un déspota, que se ocupó de sus asuntos financieros mas que todo y que no intentó nunca institucionalizar al país,
mientras que otros lo consideran todo un patriota, que no inclinó su cerviz ante las potencias de esa época, reduciendo a su mínima expresión,los actos vesánicos y crueles, que hubieron durante su gobierno. crueldad.
En cuanto a lo que la señora presidenta denomina “colonialismo”, la historia es larga y llena de contradicciones y eventos aun no suficientemente aclarados. Dependiendo del cristal con el que se observaron los hechos.
Creemos que resulta útil, recordar ciertos eventos, ocurridos durante la época de Rosas que revelan la situación por la que atravesaba, en ese momento nuestro incipiente país.
Recordemos que la Argentina, tal como la conocemos en la actualidad, sencillamente no existía. No existía el Estado Argentino. Las provincias, muchas de ellas antiguas integrantes del Virreynato del Río de la Plata, resolvieron integrar una confederación, pero no se avanzó mas allá, institucionalmente hablando. Recordemos también, que Rosas era un enemigo acérrimo de sancionar una Constitución y no lo ocultaba. Muchos historiadores sostienen que su actitud era interesada, desde el punto de vista pecuniario y otros añaden a tal circunstancia, que D. Juan Manuel conocía al criollo como ninguno, y pasados los años, vemos que algo de razón tenía. Un grupo de provincias integrantes de la Confederación, otorgó al titular de la gobernación de la provincia de Buenos Aires, brigadier general D. Juan Manuel de Rosas, amplios poderes a fin de manejar las relaciones exteriores de la Confederación Argentina. Tal cometido Rosas lo desempeñó de buena gana ya que incluía encargarse de administrar la recaudación de la aduana de Buenos Aires, donde se encontraba el principal puerto. Comenzaba entonces a reafirmarse lo que se tornó común:
Dios está en todas partes pero … atiende en Buenos Aires. El cargo le sirvió a Rosas para servirse de él.
Podía apretar a los otros gobernadores, lo que realizó, logrando que ellos se sometieran al dictador. O sea que su conducta era muy similar a la de los gobiernos argentinos ulteriores, en cuanto a la distribución de los fondos pertinentes, con sus mas y con sus menos. Nos hace recordar tal tema, a la actualidad, donde son doblegados financieramente, por el gobierno central. La de Rosas fue una administración muy similar, no sólo en tal sentido, sino también en el absoluto desprecio que tenía por la autonomía de cada estado provincial. Si dijéramos que Rosas era respetuoso de las instituciones, estaríamos faltando a la verdad. Por otra parte las que a esa época existían eran pocas y casi inútiles.
Es necesario recordar algunos antecedentes que, dado los años transcurridos, pueden haber sido olvidados.
El gobernante del Paraguay D. Carlos Antonio López, en diciembre de 1844, celebró un tratado con la Provincia de Corrientes, cuyo gobierno a la sazón, manifestó su rebeldía contra Rosas. Ante ello, D. Juan Manuel de Rosas,
como represalia y mediante un decreto del 8 de enero de 1845, ordenó que debía impedirse toda comunicación con la República del Paraguay. La actitud de Rosas, no puede a la distancia y pasados tantos años, valorarse así aisladamente, ya que el entuerto con Paraguay se agravó ante la actitud del Imperio del Brasil, quien mediante acciones positivas, dio a entender que buscaba la alianza con el Paraguay, con el el declarado propósito de derribar al caudillo federal.
En junio de 1845, y como antecedente a tener en cuenta, a fin de valorar con precisión el Combate de Obligado, el duque de Richmond presentó a Rosas una petición, en nombre de los banqueros, hombres de negocios y comerciantes de Liverpool, solicitando la adopción de diversas medidas tendientes a lograr la libre navegación de los ríos interiores de la Confederación. En nombre de la ciudad de Manchester fue presentada otra petición similar.
“Por cierto, tanto en Francia como en Gran Bretaña las opiniones estaban divididas respecto de cómo resolver el dilema de Rosas y sus pretensiones en la Banda Oriental.
Por un lado y a favor del bloqueo como medida para terminar con la guerra civil que amenazaba los intereses comerciales europeos en ambas márgenes del Río de la Plata, estaban tanto la comunidad mercantil en Gran Bretaña y Francia como los agentes diplomáticos franceses e ingleses en el Río de la Plata -barón Deffaudis y Ouseley, respectivamente- y los jefes navales de ambas potencias europeas -almirantes Massieu De Clerval y Sir Charles Hotham-.
Por otro lado, y en contra del bloqueo, estaban los comerciantes británicos y franceses residentes en el Río de la Plata. Cabe aclarar que incluso dentro de las diplomacias francesa e inglesa había voces que clamaban por una actitud más prudente de Londres y París respecto del gobierno de Buenos Aires. Es más: el representante británico Mandeville había simpatizado con Rosas y había informado de su convencimiento de que la mano fuerte del dictador era absolutamente necesaria para que pudiera subsistir gobierno alguno en Buenos Aires”.
(http://www.ucema.edu.ar/ceieg/arg-rree/4/4-022.htm).
Tanto corsi y recorsi, llevó a los EE.UU. a estimar que le sería muy beneficioso sacar provecho de esta situación. Se habían tensado las relaciones entre Rosas y los gobiernos de Francia e Inglaterra, y el representante de los EE.UU.
Su enviado especial observó agudamente que podrían mediar y de tal modo, lograr beneficios económicos para los comerciantes norteamericanos. A tal punto que hasta excediéndose, se involucró tratando de convencer de los beneficios de acceder a lo solicitado por él, en nombre de los EE.UU.
En realidad, no podemos pasar por alto que su actitud no estaba avalada por su gobierno.
Rosas había ordenado bloquear Montevideo, a fin de ayudar a Oribe a acceder al poder, del que había sido expulsado por Rivera. La flota argentina, al mando del almirante Guillermo Brown, cayó en poder de la flota anglofrancesa, la que el 18 de septiembre de 1845 declaró un nuevo bloqueo a Buenos Aires. Como antecedente debemos señalar que Rosas, no respondió a los pedidos de suspensión de hostilidades en la Banda Oriental, formulados por los representantes de Francia y de Inglaterra. Tampoco respondió a la exigencia de evacuación de las tropas argentinas, de territorio oriental. Rosas les hizo saber que debían reconocer el bloqueo a Montevideo y aceptar la mediación del gobierno norteamericano, respecto de este tema. Los comisionados de las dos grandes potencias, otorgaron a Rosas el lapso de 10 días, a fin de que ordene la evacuación de las tropas argentinas. Y le hicieron conocer que el objetivo que ellos tenías, era resguardar la independencia de la República del Uruguay.
La actitud de Rosas fue la misma, es decir, no respondió al ultimatun. Ante ello, el 18 de septiembre tanto la flota inglesa como la francesa procedieron al bloqueo fluvial, de los puertos ocupados por Oribe, en el Uruguay. Tal acto fue considerado por Rosas como casus beli. Como iniciación de hostilidades, sin una previa declaración de guerra.
“ (…) los enviados diplomáticos Ouseley y Deffaudis hicieron graves cargos al gobierno de Rosas sobre la falta de seguridad personal debida a la acción de la Mazorca.
Pretendían además dar carácter de Estados nacionales soberanos a las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. ...” “ (…) “ Esta pretensión de dar carácter de Estados nacionales soberanos a las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, más allá de que se trata de una nueva manifestación del leit motiv de nuestro estudio, esto es, que la Argentina no era propiamente un Estado en el período tratado,
constituía por parte de los diplomáticos británicos y franceses un desafío directo al poder rosista. Cabe señalar que no obstante la aprensión que Ouseley y Deffaudis sentían por el gobierno de Rosas, este sentimiento no era compartido por el resto del cuerpo diplomático extranjero residente en Buenos Aires -es decir, los representantes de Estados Unidos, Cerdeña, Brasil, Bolivia y Portugal. Estos representantes desmintieron a través de declaraciones públicas los graves cargos efectuados por Sir William Ouseley y el barón Deffaudis, señalando que sus respectivos súbditos eran respetados en sus personas y bienes, sin verse obligados a incorporarse a las tropas regulares ni a las milicias. Así, William Brent, representante de los Estados Unidos, desconoció el bloqueo anglofrancés, y el barón de Mareuil, encargado de negocios de Francia en la capital de la Confederación Argentina, intentó un arreglo pacífico entre los gobiernos de Buenos Aires y Montevideo, aceptado con variantes por las autoridades porteñas pero rechazado por las de Montevideo.” “ (…) “Por otra parte,
a mediados de octubre una flotilla dirigida por el capitán inglés Charles Hotham estaba preparada para zarpar y navegar el río Paraná a los efectos de proteger una optimista caravana de más de 100 barcos mercantes que planeaban comerciar en Entre Ríos, Corrientes y Paraguay. La expedición zarpó el 17 de noviembre de 1845.
Rosas ordenó al general Lucio Mansilla fortificar un recodo del Paraná y establecer allí varias baterías. En este lugar, denominado la Vuelta de Obligado, tuvo lugar el 20 de ese mes un combate en el que finalmente
las fuerzas británicas y francesas se abrieron camino por la fuerza, luego de encontrar una decidida resistencia en una fila de barcos encadenados que intentó detener su paso. En este combate
la comunidad británica de Buenos Aires peleó del lado de Rosas, contra los británicos y los franceses. Aunque las fuerzas anglofrancesas siguieron adelante,
la operación fue un fracaso político y comercial; las ventas británicas fueron muy escasas y algunos barcos volvieron con su carga completa. Luego de alcanzar el Paraguay, la expedición inició el regreso, llegando a Montevideo el 14 de julio de 1846
.(web citada anteriormente).Esta es la síntesis de la acción de la Vuelta de Obligado. Ni un punto mas ni una coma menos. Un triunfo bélico, sin duda alguna, pero un Triunfo a lo Pirro, ya que desde el punto de vista comercial, la operación resultó un fracaso, haciéndonos recordar las acciones llevadas a cabo por los ingleses, en la Primera y en la Segunda Invasión, al Virreynato del Río de la Plata. Pasados unos años, las aguas volvieron a su cauce natural y se firmaron sendos tratados en los que se reconocían, ventajas recíprocas.
Es de interés señalar que el enjundioso estudio del CEMA, respecto a la tramitación de ellos, citado en la web aludida, revela lo siguiente en una de las sitas: “La deuda con la casa Baring Brothers permanecía atrasada desde 1828, razón por la cual aquélla había enviado un comisionado a Buenos Aires en 1842. Rosas ofreció a éste la cesión de las Malvinas a Inglaterra a cambio del empréstito y deudas vencidas, y ordenó la gestión del asunto a M. Moreno pero ésta no prosperó. (V. J. Lavalle Cobo, El nacionalismo de Rosas, Anuario de la Sociedad de Historia Argentina, vol. 2, 1940, pp. 628 y sigs., Buenos Aires, 1941.)
La influencia que estos intereses tenían en las relaciones de Rosas con Inglaterra era considerable; de acuerdo a un informe del barón Deffaudis de julio de 1846, tres casas con intereses en el Plata estaban vinculadas con la causa de Rosas: Baring, Dickson y Nicolson-Grien (sic). Los últimos eran los banqueros particulares de Rosas y uno de los Dickson era cónsul de Buenos Aires en Londres. (Cit. por Jacques Duprey, Un fils de Napoléon 1er dans le Pays de la Plata, sous la dictadure de Juan Manuel de Rosas, Montevideo, 1937, p. 146.). Ambos autores citados en F.O. Fraboschi, op. cit., p. 205, nota 85.
Resulta indudable la relación fraternal de D. Juan Manuel de Rosas con la Rubia Albion. A pesar de ser la Confederación Argentina, deudora de un empréstito contraído con la firma londinense Baring Brothers. La Legislatura aprobó el empréstito, habida cuenta que estaba constituída, en su mayoría, por terratenientes ganaderos y especuladores. Su imagen de defensor de la soberanía del país, ratificada por la afirmación de un pretendido historiador, de que ni un metro cuadrado perdió la Argentina, durante su gobierno, se ve desmentida en los hechos. Recordemos que Rosas organizó una recepción en San Benito de Palermo, donde agasajó al comandante de la fragata inglesa Clío, a su regreso de concretar la invasión al territorio argentino de las Islas Malvinas. No le importó, al parecer, la acción armada llevada a cabo por los ingleses.
Tanto no le importó esta violación a los derechos argentinos sobre las islas, que encomendó a su ministro de relaciones exteriores D. Felipe Arana, que a través del representante en Inglaterra el ministro Manuel Moreno, se ocupara de lograr que aceptara ese país quedarse con ellas, a cambio de condonar la deuda. El intento también fué concretado a través del ministro Insiarte, a quien el propio Rosas le encargó tal operación de trueque, la que no se pudo concretar. A pesar del fracaso de tales negociaciones, empecinadamente prosiguió con sus intentos, durante un lapso de seis años, desde 1838 hasta 1844. Según comentarios que se hizo en la Cámara de Diputados en 1850, el legislador Absalón Rojas, imputó a Juan Manuel de Rosas haber “olvidado” tratar la situación de las Islas Malvinas, cuando se procedió a firmar el tratado de amistad con la Gran Bretaña, el 27 de agosto de 1849. Fueron dadas a publicidad 7 cláusulas de este Tratado, empero se conservó el secreto sobre la cláusula octava, ya que ella estipulaba taxativamente que Inglaterra se quedaba con las Islas Malvinas. Creemos que está demás comentar al respecto, sobre la actitud de Rosas con relación al despojo cometido por los ingleses, al apoderarse de parte de tierra argentina. Por otro lado, destaquemos que la cláusula citada constituyó, según los usos y costumbres internacionales, una suerte de lápida jurídica para nuestras pretensiones reivindicativas de parte del territorio nacional, en poder de Gran Bretaña. Ellos aplican el conocido principio de que nadie puede alegar su propia torpeza. Este episodio, no suficientemente divulgado, entendemos que contribuye a aclarar, el tema relacionado con los idílicos propósitos que se atribuyen a Rosas y la verdadera actitud que el mismo adoptó en la emergencia. Indudablemente, por lo expuesto, debemos llegar a la conclusión de que no demostró en esa ocasión, intenciones de defender la soberanía de la Confederación. Asombra el empecinamiento de Rosas en dejarle a Inglaterra las islas Malvinas. No le interesó el cercenamiento de parte del territorio argentino. No consideró para nada ni hizo valer, las propias manifestaciones del diputado inglés de apellido Malesworth, quien el 25 de julio de 1848, en la Cámara de los Comunes, expresó que Inglaterra debía proceder a la devolución de las Islas Malvinas, ya que han costado al erario inglés la suma de 45 mil libras esterlinas, sin provecho alguno, ya que eran consideradas antieconómicas.
La imagen que nos llegara de Rosas, como firme defensor de nuestra soberanía, no está ajustada a la realidad de lo sucedido. Al menos, creemos debe revisarse la valoración que se ha efectuado, tanto por parte por parte de sus enemigos como de quienes lo idealizan, en aras de alguna ideología particular.
Por ejemplo, si retrocedemos en el tiempo vemos que el 16 de septiembre de 1830, el bravo marino Leonardo Rosales, se subleva pasando a integrar el bando de los unitarios. Se apodera de la fragata Sarandí, de gloriosa actuación y se dirige hacia el Río Uruguay, a cuya vera estaba Lavalle con su tropa. El “feroz enemigo de los ingleses”. Quien sostenía firmemente, que los extranjeros no debían entrometerse en asuntos internos, apela a los marinos franceses e ingleses que estaban fondeados en la rada de Buenos Aires, a fin de poder capturar a Leonardo Rosales y la nave citada. Actitud que habla por si sola. Tanto el bergantín británico Algerine como el navío francés Emulation, zarpan con el fin de apoderarse de la nave rebelde. Lo irónico del caso es que el propio Rosas criticaba a los unitarios, cuando ellos apelaban a los extranjeros, para conseguir sus propósitos.
Vencido el general Lavalle en Puente de Márquez, por el caudillo Estanislao Lopez se repliega hacia la ciudad de Buenos Aires. Durante el sitio por parte de los federales, contra la citada ciudad, se concretó una acción que nos demuestra que Rosas fue el primero en acudir a las fuerzas extranjeras. El que fue un acérrimo crítico de tal actitud, denostando agudamente, a quienes apelaban a tal conducta antipatriótica, hizo lo mismo que criticaba. Cual un moderno demagogo. El 21 de mayo de 1829, el vizconde de Venancourt capturó naves argentinas, con tropas de marinería de la corbeta francesa “Isis”. Rosas envió una conceptuosa misiva al agresor francés, en lugar de mostrarse indignado por el hecho de atacar la flota argentina, el "defensor de la soberanía nacional" le expresó “el ms sincero y justo homenaje de reconocimiento por los sucesos que han tenido lugar en los últimos días con respecto a la escuadra nacional … “. Así elogiaba Rosas a quien poco antes de esa captura se había ocupado de incendiar el buque “Argentina”, tomando posesión, por la fuerza, de los bergantines argentinos “General Rondeau”, “Río Bamba”, “Balcarce”, “Belgrano”, “República” y “Once de Junio”, ofreciendo Rosas en esa misiva “ … la carne fresca que necesite diariamente para los barcos y navíos que quisiera proveer (sic)”.
Rosas era muy amigo del general uruguayo Manuel Oribe, sucesor de Rivera en la presidencia de la Banda Oriental. Pasado un corto tiempo de su asunción, Rivera quiso derribarlo y lo derrotó en El Palmar, por lo que el presidente depuesto tuvo que huir a Buenos Aires, a bordo de una navío inglés que le fue facilitado por su amigo Rosas. La intención de éste era que su amigo Oribe fuera el presidente oriental, y no Rivera, ya que de esta forma tenía a un enemigo, al otro lado del río, dueño de un buen puerto que le hacía competencia. A los comerciantes ingleses, al parecer, les convenía la actitud de Rosas ya que al taponar los accesos a los ríos Paraná y Uruguay, con el pretexto de la soberanía, resultaban ellos beneficiados económicamente. A su vez, las provincias argentinas quedaban aisladas y dependientes de lo que ocurriera a Buenos Aires.
La consideración que Rosas tenía para con los ingleses, no se limitaba a los comerciantes de esa nacionalidad ya que, cuando tomaba prisioneros de las fuerzas unitarias de Lavalle, ordenaba que se los pasara a degüello, salvo si eran ingleses. Narra Burnet-Merlin en “Cuando Rosas quiso ser inglés” que anualmente se celebraban en Buenos Aires, “con salvas de cañonazos, entre otras, las festividades del 25 de mayo y el 9 de julio, un día de la Semana Santa, Santa Rosa de Lima y San Martin de Tours.” El anglófilo Juan Manuel de Rosas añadió “a ese calendario oficial dos fechas mas para que fueran honradas con salvas: el 24 de mayo y el 20 de junio. No vaya a creerse que la primera fuera por corresponder a la víspera de la fecha patria y la segunda como homenaje a la Bandera de Belgrano, tal como es estila hoy. No. ¡Que esperanza! El 24 de mayo era el día de cumpleaños de la Reina Victoria, de Inglaterra, y el 20 de junio, el aniversario de su coronoción en el trono de la Gran Bretaña. (…) Es decir, que la reina de Inglaterra tenía para el gobierno de Juan Manuel de Rosas el mismo valor, la misma importancia, que las dos fechas máximas de la patria: el 25 de mayo y el 9 de julio.”.
Rosas se distinguió por hacer demostraciones de amistad hacia los ingleses. Uno de sus actos, reveladores una suerte de necrofilia, es el decreto de luto obligatorio o de duelo forzoso, en honor de integrantes de la monarquía inglesa. “El 12 de mayo de 1835 decretó duelo obligatorio por el fallecimiento del duque de Gloucester. El 6 de octubre de 1837 decretó 3 días de duelo forzoso por el fallecimiento, de Guillermo IV Rey de la Gran Bretaña. El 12 de diciembre de 1840 decretó 3 días de riguroso traje negro, por el deceso de la princesa Augusta Sofía, hija mayor de Jorge III, ex-soberano inglés. Y siguen sucediéndose los lutos, aun por personajes de segundo orden, pertenecientes a la nobleza inglesa. (…) “Mientras tanto dejaban de existir argentinos y americanos ilustres para quienes se retaceaba, o no había simplemente, homenaje alguno, los muertos fueran San Martín, O'Higgins, Pueyrredón, Lavalle, fray Justo Santa María de Oro, Balcarce, Larrea ...”.