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jueves, 6 de agosto de 2015

Panorama del Apocalipsis de la República Bolivariana de Venezuela (II)




Refiere el periódico español “La Vanguardia” del 7 de agosto ppdo.  episodios increíbles de la vida en la República Bolivariana de Venezuela. Cualquier similitud con el futuro de la Argentina, si seguimos así, es mera coincidencia.  “Son las seis de la tarde en las Colinas de Unare, un barrio obrero que está situado en Puerto Ordaz, una ciudad industrial al sur de Venezuela. Sentada frente a su modesta vivienda, Raiza Villa avista a sus vecinas. Una a una, se acercan para saludar. Mientras comparten muecas y mimos con Sofía, su hija de un año, las mujeres abordan el tema de moda en Venezuela: hacer cola a las puertas de los supermercados. 
Minutos después, la conversación es la misma. No cambia el guión. No cambia la trama. Sólo los personajes.
-Buenas… ¿Qué día te toca comprar en el supermercado?
-El martes, ¿Y a ti?
-Ayer compré
-¿Y qué compraste?
-Lavaplatos… mañana van a vender. ¿Vas a ir? 
- Sí, - responde convencida Raiza - nos vamos tempranito
- Ok.
Acordada la cita, estas mujeres se despiertan antes del amanecer para ser las primeras en la cola. ¿El objetivo? comprar pañales, uno de los productos prácticamente desaparecidos de los anaqueles de abastos y supermercados desde hace más de un año. 

Al igual que el 30% de las mujeres en Venezuela, Raiza es madre soltera. Sin un ingreso fijo pese a contar con un título universitario como periodista. Ella tiene dos niños, por lo que cada día se arma de valor para adquirir los productos que tanto ella como sus pequeños necesitan. Corpulenta y de piel oscura, esta venezolana confiesa que su aguerrido temperamento se ha convertido en su mejor arma para defenderse de los tumultos – cada vez más violentos - que se forman en las kilométricas filas. "Se me salieron las lágrimas", dice Raiza Villa al recordar a un hombre que, en una ocasión fue golpeado y vejado en medio de una de estas colas. "Ellos no respetan el orden de llegada, ni las listas de espera que se establecen para la compra", añade la periodista.

Ellos son los “bachaqueros”. Un término que en el lenguaje popular hace alusión al modus operandi de los bachacos, unos insectos que pertenecen a la familia de las hormigas y que pueden acabar con un cultivo entero en sólo una noche. En Venezuela ya es habitual señalar como "bachaqueros" a aquellas personas que acaparan en los supermercados todos los productos regulados, artículos de higiene y aseo personal, para luego revenderlos a precios hasta seis veces, o más, por encima del Precio de Venta al Público (PVP).” Reflexionemos que, conforme el resultado de las próximas elecciones si el país va hacia un sistema similar al de Venezuela, sufriremos exactamente lo mismo que nuestros hermanos venezolanos. Luego, no habrá lugar para quejas y lamentos.

“Para la economista social Olga Merentes, esta situación es un pulso entre necesidad y negocio. “Ya no hay un supermercado en Venezuela que no esté repleto de los llamados 'bachaqueros'. Ellos han creado una economía paralela. Muchos son profesionales o trabajadores que no logran llegar a fin de mes con una inflación del casi 100 %, y deciden hacer negocio en base a la necesidad que tienen las familias para comprar productos tan básicos como la leche o el papel de váter”, relata

Gabriel salió de la universidad con el título de contable bajo el brazo. Este hombre de 30 años imprimió 500 resúmenes curriculares que repartió durante ocho meses hasta que una empresa le ofreció un sueldo básico venezolano, que se traduce aproximadamente a 32 euros al mes. Padre de un niño, este sueldo sólo permitía a Gabriel poder cubrir una semana de gastos. Así que no se lo pensó dos veces cuando un cuñado le ofreció la reventa de alimentos y un bono de 50 euros a la semana. A los dos meses, su mujer abandonó el trabajo como enfermera en una clínica que le pagaba 25 euros al mes y se sumó al negocio del bachaqueo. En la actualidad ambos tienen la misma rutina durante los siete días a la semana: a las tres de la mañana hacen la cola en el primer supermercado, y así un recorrido por otros tres locales hasta llenar el coche de productos.

Luego con la mercancía en las manos, durante las tardes ponen a la venta los insumos conseguidos en una tienda improvisada a la puerta de su casa. La inversión es más de tiempo que de dinero. Pero uno sale ganando su buen dinerito. Cada día invertimos un promedio de 3 mil bolívares (10 euros) y luego podemos llegar a ganar hasta 9 mil (30 euros).  El único temor para Gabriel y su mujer es que la delincuencia vuelva a tocar a su puerta. En el último año han sido atracados dos veces. Para ellos, estar vivos es por ahora la mejor ganancia.

Cuando hace 12 años salió de su pueblo, Tibú, una localidad fronteriza con Venezuela, en el departamento de Santander, Colombia, Yanireth Vega no imaginó lo difíciles que serían sus días. Lleva poco tiempo atendiendo una pequeña venta de helados cerca de donde reside, pero hasta hace pocos meses se dedicaba a un oficio que casi le lleva a la cárcel. Era "bachaquera". "Lo hice por necesidad", dice desde el tarantín instalado en plena acera, ataviado con un pequeño congelador, una endeble silla de plástico, una vieja mesita de madera y una lona que apenas protege del sol.

A Yanireth decidió probar ese negocio que cada vez más personas cercanas ejercían. Así que después de dejar en la escuela a su hijo de cinco años, hacía colas para ver qué conseguía.
- Mucha gente no tiene tiempo para eso y prefieren pagar más pero tener el producto. El precio variaba, dependiendo del esfuerzo hecho para adquirirlo. Lo que ellos -las personas que compran- no ven, es que allí se pasa hambre, sed, llevamos sol y lluvia. El que no bachaquea es porque no quiere, todo el mundo anda en eso - explica. 

Y tiene razón. A escasos metros, una pequeña papelería es también el albergue de productos escasos. En el mostrador, además de lápices y papel, se exhiben toallas sanitarias, detergente en polvo, suavizante, afeitadoras y margarina. Todos se venden con sobreprecio.  Yanireth es una de las tantas ciudadanas en Venezuela que no tiene un empleo estable. Ha tenido que rebuscarse en la venta informal, en un país en el que el actual salario mínimo es devorado, sin contemplación, por los altos índices de inflación. Unos índices que el Banco de España cifra en el 65 % y que el Fondo Monetario Internacional pronostica que llegará al 96,8 % para finales de año.

Unas cifras que en Venezuela no parecen tener una fuente oficial. Pese a que la propia Ley del Banco Central de Venezuela (BCV) establece que se debe publicar el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) dentro de los primeros diez días de cada mes, las últimas cifras de inflación nacionales que se conocen datan de noviembre de 2014. Según estas, el 2014 cerró con una inflación de 68,5%.  Pero para Yanireth estas cifras son lo de menos. Ella tiene que salir adelante con sus otras dos ocupaciones: camarera y ayudante de cocina. A veces, la suerte acompaña a esta joven y el papá de su pequeño de cinco años le ayuda con los gastos. Él tampoco tiene trabajo fijo.

Fue a él a quien, asustada, llamó cuando la detuvieron. Ese día, cuenta, hizo su cola como de costumbre, pero al no poseer la debida identificación -hace unos años perdió su cédula de extranjera- el personal de Inmigración la retuvo de manera preventiva. La llevaron a una comisaría cercana. La interrogaron. Después de seis horas, la dejaron ir, no sin antes entregarle una boleta de presentación, que la obliga a acudir cada 21 días ante la justicia venezolana.
Pero tuvo que guardarse el miedo que le generó ese episodio. Precisamente por esos días, un vecino le había prestado un dinero para tramitar su documentación y al no tener cómo saldar la deuda, la canceló con artículos nada despreciables hoy en día en Venezuela: productos de la cesta básica. 

El miedo a ser detenida nuevamente la retiró de este oficio. Pero a veces, esta mujer lamenta no contar con el dinero que obtenía del “bachaqueo”. 
- Antes tenía la nevera llena, y ahora que trabajo la tengo vacía (…) lo estoy pagando todo caro. ¿Cómo es que dice el refrán?, ¿con la vara que mides…serás medido? - comenta.

Para la periodista Raiza Villa, el oficio del "bachaqueo" está ligado muchas veces a la violencia: “La gente cuestiona que se 'coleen' -saltarse la cola para pasar más rápido-, pero nadie se atreve a meterse con ellos (…) hay hombres y mujeres armadas, algunas hasta se han caído a puñaladas por un pañal”.

Este fenómeno colectivo está representado por una red. Quienes la integran, tienen información precisa de los lugares donde venden cada rubro y las mejores formas de obtenerlo. Y se vale, sin duda, de la descomunal escasez que existe en Venezuela. Los "bachaqueros" comienzan a contar con consumidores en contra. El Ministerio de Justicia reconoció que desde comienzos del 2015 se ha intensificado la presencia militar en los supermercados, ante la ola de denuncia de la población contra los "bachaqueros".

Luisa García es una de las denunciantes. Ella se encontraba en un supermercado de la zona sur de Caracas, cuando llegaron cinco hombres a "bachaquear", por lo que decidió quejarse ante los encargados de la tienda. Esta acción le costó un buen susto. - Uno de los "bachaqueros" me mandó a callar. Y como yo seguí quejándome, se acercó hacia mí con un cuchillo y me obligó a entregarle mi cédula (documento de identidad), porque es lo que exigen en el supermercado para entrar a comprar. Me fui llorando de indignación, de dolor por lo que nos hemos convertido los venezolanos. Desconozco este país de tanta miseria material y humana - cuenta Luisa García

Dentro del grupo no sólo están los "bachaqueros" visibles: vendedores informales que exhiben los productos en venta sabiendo que es ilegal. Están también los que, tras un uniforme, ocultan que practican un oficio tan rentable, que se ha convertido en la única fuente de ingresos de abogados, ingenieros y una larga lista de profesionales.

- Una vez vi cómo un funcionario se llevaba un bulto entero de pañales. Mientras la gente en la cola les insultaba, ellos hacían caso omiso y se iban, orgullosos, como quien carga a cuestas un apreciado botín – relata Raiza Villa...  Entre los productos que se llevan se encuentran aquellos que ya se conocen como “los más buscados”. Y es que en Venezuela hay productos que valen oro. Por ejemplo, un detergente en polvo de 2.7 Kg tiene un costo de 3 céntimos, pero en el llamado mercado negro se oferta hasta a 2 euros.  

Para enfrentar el bachaqueo, el Gobierno venezolano ha instalado máquinas capta huellas en las principales cadenas de supermercados, públicos y privados. De acuerdo con este sistema, la compra se limita a una vez por semana, dependiendo del terminal del número de cédula de identidad del consumidor.  También ha instado, a través de la Superintendencia de Precios Justos (Sundee), a denunciar el bachaqueo mediante la línea 0800-LOJUSTO. Unas 6.000 denuncias semanales se reciben por esta vía.  La Ley Orgánica de Precios Justos prohíbe la comercialización de productos de primera necesidad mediante el comercio informal y contempla sanciones que van desde multas millonarias hasta años de prisión.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, atribuye el aumento del “bachaqueo” a la oposición venezolana, a la que tilda de promover lo que ha bautizado como una “guerra económica”.  Ninguna de estas medidas ha funcionado. En ello coincide el director de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León, quien destaca que los venezolanos hacen hasta cinco horas de cola más y recorren, al menos, cuatro establecimientos comerciales para poder comprar. Una realidad en la que navegan con éxito, y cada vez más autoridad, los bachaqueros.”.







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