El paso de los años y el accionar de los interesados, no impidió que sigan vigentes los ecos de la denominada “Masacre de Paracuellos de Jarama”, concretada en tal lugar, en las inmediaciones de Madrid, España entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936, en jurisdicción de la España Republicana, durante la Guerra Civil, ocasión en que miles de civiles desarmados, indefensos, sin motivo aparente apresados por la II República, fueron llevados desde sus lugares de detención, hasta donde iban a ser fusilados por milicias obreras, tras hacerles cavar las fosas comunes. Fueron fusilados o ametrallados, por la sola circunstancia de sostener una ideología ajena a la de sus asesinos, si es que tenían alguna… En ese lugar existe una capilla, donde se rinde homenaje a los caídos. Nos reseña un blog: “Ayer, domingo 29 de noviembre, los Hermanos de la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina tuvimos la dicha de asistir a la Santa Misa celebrada por Su Excelencia Monseñor Don Juan Antonio Reig Plá, Obispo de Alcalá de Henares, en el cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama.”
“Quisimos contribuir con nuestra presencia a honrar la memoria santa de los mártires de la persecución religiosa habida en España desde el año 1934 a 1939. En medio de tan terrible holocausto destaca el genocidio perpetrado contra los mártires en Paracuellos. Las siete grandes fosas comunes acogen los sagrados restos de entre ocho mil y diez mil mártires que allí fueron salvajemente asesinados entregando y ofreciendo su vida por Dios y por España.”
(…) “Tal es, en síntesis, la historia trágica y gloriosa de los Mártires de Paracuellos de Jarama, el más grandioso holocausto católico de todos los tiempos en España, uno de los mayores de la historia de la Iglesia Universal. Inicua y gigantesca carnicería de hombres inermes, indefensos, plenos de espíritu cristiano y patriótico, para la que los responsables no se preocuparon siquiera de buscar pretexto y en la que desde luego no hubo la más mínima participación popular, como tampoco la hubo en las matanzas generales que antes hemos referido. El pueblo de Madrid ignoró los hechos hasta que concluida la guerra se supo la verdad con todo su horror y toda su grandeza. Todo estaba perfecta, diabólicamente dispuesto por los órganos de poder, desde el Ministerio de la Gobernación a la Dirección General de Seguridad y desde la Junta de Defensa a su Delegado de Orden Público. Las órdenes y listas de salida de las prisiones, la conducción de los presos en autobuses de la Empresa Municipal o en camiones de servicio oficial, la apertura de zanjas, los piquetes preparados con abundancia de armas y de municiones, todo estaba previsto y ordenado de antemano, sin que nadie desde el poder se opusiera, cuando más tarde se demostró que un solo Delegado de Prisiones, por sí mismo, pudo poner fin en un instante al inmenso crimen contra el Derecho de Gentes.” ( …)
“Arsenio de Izaga, que convivió en prisión con los mártires, escribió a propósito de Paracuellos: “Cuadro espantoso aquel cuadro… espectáculo escalofriante el terrible piquete de forajidos que disparaba sus fusiles o sus ametralladoras sobre unos hombres de bien de toda profesión, de toda categoría y de toda edad. Sacerdotes y seglares, militares y paisanos, ricos y pobres, patronos y obreros, desde los que habían pasado los dinteles de la ancianidad hasta los que apenas habían salido de la niñez, mientras sus compañeros de infortunio, hacinados sobre los vehículos o apelotonados a la vera del camino, esperaban el turno fatal y contemplaban indefensos el suplicio que poco después iban a sufrir”….“Yo que conocí el temple de sus pechos, lo adiviné cuando vi que salían de la prisión con el resplandor de los elegidos… Ninguno renegó de sus convicciones religiosas y patrióticas. Ninguno dio la más leve prueba de vacilación ni de flaqueza. Todos se negaron a prestar adhesión al régimen que los estaba envileciendo, a pesar de que se les ofrecía como único medio de salvarse. Todos se animaban entre sí, y oponían a las blasfemas imprecaciones de sus verdugos, su fe de creyentes y su altivez de españoles. Todos recibían la helada caricia de las balas como el galardón eterno que el Cielo les tenía prometido y el beso que la Patria imprimía en sus frentes de Cruzados. Y no se había extinguido el eco de la última descarga, cuando aún resonaba en el espacio su vibrante grito, ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!”
Entre los mártires cientos de Sacerdotes, Religiosos, seminaristas y novicios, jóvenes de la Acción Católica y miles de seglares católicos. El más joven de los mártires, trece años de edad y ¡más de doscientos menores de edad!” …
Años mas tarde, se llegó a la conclusión de que en la emergencia, intervino activamente el dirigente comunista D. Santiago Carrillo, encargado de efectivizar las “sacas”, quien cumplía funciones en dependencias de Orden Público, de la Consejería de Orden Público de la entonces Junta de Defensa de Madrid. No pudo ser sometido al pertinente proceso por cuanto en 1977 se sancionó una ley de amnistía, a la que se acogió. Hace unos años, relacionado con esta masacre, se presentó una querella criminal, contra D. Santiago Carrillo a quien se le imputó delitos de lesa humanidad, ante el juzgado del Dr. Baltasar Garzón. La querella no fue admitida a trámite, fue desestimada in limine. En auto del 16 de diciembre de 1998, el juez adujo que desestimaba la acción debido a su “falta del rigor jurídico mínimo exigible”. Así, apunta errores de los querellantes como que la Asociación de Familiares y Amigos y Víctimas de Genocidio en Paracuellos del Jarama no acredita su personalidad jurídica, un “defecto insubsanable”, mientras que los individuales, “ni siquiera expresan el carácter con el que lo hacen ni citan el tipo de acción ejercitada”. Alertaba además de que “los preceptos jurídicos alegados son inaplicables en el tiempo y en el espacio, en el fondo y en la forma”.
Agraviados por el dictado de ese auto, los querellantes recurrieron y corrida vista al Fiscal éste dictaminó que la sanción de la ley de amnistía de 1977 “veda cualquier posibilidad de reiniciar la persecución penal por los actos de la Guerra Civil”. El juez, quien enarbola constantemente su bandera de defensor de los derechos humanos, en forma por demás elíptica, adhirió al criterio fiscal, ya que hizo suyos sus argumentos, dando por cierto que la amnistía vedaba la instrucción sumarial. Creemos que eso es lo importante, Garzón en ningún momento expresó que la ley de amnistía no regía para estos casos. Ni hizo referencia a que el Estado español estaba obligado a investigar los delitos de genocidio y de lesa humanidad, que se ponían de relieve en esa denuncia.
Como recientemente, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, conocido como la “Corte de Estrasburgo”, determinó que no es dable amnistiar a imputados de delitos de lesa humanidad, como los que se imputaron n a D. Santiago Carrillo, esperemos que en España la Justicia actúe y que D. Santiago Carrillo y los que correspondan, sean sometidos a juicio. Los entendidos sostienen que, como España ha adherido al Convenio Europeo de Derechos Humanos, ratificándolo el 10 de octubre de 1979, la jurisprudencia internacional obliga al Estado español a investigar y perseguir los crímenes del franquismo y también, como es lógico, del bando de los republicanos.
“Quisimos contribuir con nuestra presencia a honrar la memoria santa de los mártires de la persecución religiosa habida en España desde el año 1934 a 1939. En medio de tan terrible holocausto destaca el genocidio perpetrado contra los mártires en Paracuellos. Las siete grandes fosas comunes acogen los sagrados restos de entre ocho mil y diez mil mártires que allí fueron salvajemente asesinados entregando y ofreciendo su vida por Dios y por España.”
(…) “Tal es, en síntesis, la historia trágica y gloriosa de los Mártires de Paracuellos de Jarama, el más grandioso holocausto católico de todos los tiempos en España, uno de los mayores de la historia de la Iglesia Universal. Inicua y gigantesca carnicería de hombres inermes, indefensos, plenos de espíritu cristiano y patriótico, para la que los responsables no se preocuparon siquiera de buscar pretexto y en la que desde luego no hubo la más mínima participación popular, como tampoco la hubo en las matanzas generales que antes hemos referido. El pueblo de Madrid ignoró los hechos hasta que concluida la guerra se supo la verdad con todo su horror y toda su grandeza. Todo estaba perfecta, diabólicamente dispuesto por los órganos de poder, desde el Ministerio de la Gobernación a la Dirección General de Seguridad y desde la Junta de Defensa a su Delegado de Orden Público. Las órdenes y listas de salida de las prisiones, la conducción de los presos en autobuses de la Empresa Municipal o en camiones de servicio oficial, la apertura de zanjas, los piquetes preparados con abundancia de armas y de municiones, todo estaba previsto y ordenado de antemano, sin que nadie desde el poder se opusiera, cuando más tarde se demostró que un solo Delegado de Prisiones, por sí mismo, pudo poner fin en un instante al inmenso crimen contra el Derecho de Gentes.” ( …)
“Arsenio de Izaga, que convivió en prisión con los mártires, escribió a propósito de Paracuellos: “Cuadro espantoso aquel cuadro… espectáculo escalofriante el terrible piquete de forajidos que disparaba sus fusiles o sus ametralladoras sobre unos hombres de bien de toda profesión, de toda categoría y de toda edad. Sacerdotes y seglares, militares y paisanos, ricos y pobres, patronos y obreros, desde los que habían pasado los dinteles de la ancianidad hasta los que apenas habían salido de la niñez, mientras sus compañeros de infortunio, hacinados sobre los vehículos o apelotonados a la vera del camino, esperaban el turno fatal y contemplaban indefensos el suplicio que poco después iban a sufrir”….“Yo que conocí el temple de sus pechos, lo adiviné cuando vi que salían de la prisión con el resplandor de los elegidos… Ninguno renegó de sus convicciones religiosas y patrióticas. Ninguno dio la más leve prueba de vacilación ni de flaqueza. Todos se negaron a prestar adhesión al régimen que los estaba envileciendo, a pesar de que se les ofrecía como único medio de salvarse. Todos se animaban entre sí, y oponían a las blasfemas imprecaciones de sus verdugos, su fe de creyentes y su altivez de españoles. Todos recibían la helada caricia de las balas como el galardón eterno que el Cielo les tenía prometido y el beso que la Patria imprimía en sus frentes de Cruzados. Y no se había extinguido el eco de la última descarga, cuando aún resonaba en el espacio su vibrante grito, ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!”
Entre los mártires cientos de Sacerdotes, Religiosos, seminaristas y novicios, jóvenes de la Acción Católica y miles de seglares católicos. El más joven de los mártires, trece años de edad y ¡más de doscientos menores de edad!” …
Años mas tarde, se llegó a la conclusión de que en la emergencia, intervino activamente el dirigente comunista D. Santiago Carrillo, encargado de efectivizar las “sacas”, quien cumplía funciones en dependencias de Orden Público, de la Consejería de Orden Público de la entonces Junta de Defensa de Madrid. No pudo ser sometido al pertinente proceso por cuanto en 1977 se sancionó una ley de amnistía, a la que se acogió. Hace unos años, relacionado con esta masacre, se presentó una querella criminal, contra D. Santiago Carrillo a quien se le imputó delitos de lesa humanidad, ante el juzgado del Dr. Baltasar Garzón. La querella no fue admitida a trámite, fue desestimada in limine. En auto del 16 de diciembre de 1998, el juez adujo que desestimaba la acción debido a su “falta del rigor jurídico mínimo exigible”. Así, apunta errores de los querellantes como que la Asociación de Familiares y Amigos y Víctimas de Genocidio en Paracuellos del Jarama no acredita su personalidad jurídica, un “defecto insubsanable”, mientras que los individuales, “ni siquiera expresan el carácter con el que lo hacen ni citan el tipo de acción ejercitada”. Alertaba además de que “los preceptos jurídicos alegados son inaplicables en el tiempo y en el espacio, en el fondo y en la forma”.
Agraviados por el dictado de ese auto, los querellantes recurrieron y corrida vista al Fiscal éste dictaminó que la sanción de la ley de amnistía de 1977 “veda cualquier posibilidad de reiniciar la persecución penal por los actos de la Guerra Civil”. El juez, quien enarbola constantemente su bandera de defensor de los derechos humanos, en forma por demás elíptica, adhirió al criterio fiscal, ya que hizo suyos sus argumentos, dando por cierto que la amnistía vedaba la instrucción sumarial. Creemos que eso es lo importante, Garzón en ningún momento expresó que la ley de amnistía no regía para estos casos. Ni hizo referencia a que el Estado español estaba obligado a investigar los delitos de genocidio y de lesa humanidad, que se ponían de relieve en esa denuncia.
Como recientemente, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, conocido como la “Corte de Estrasburgo”, determinó que no es dable amnistiar a imputados de delitos de lesa humanidad, como los que se imputaron n a D. Santiago Carrillo, esperemos que en España la Justicia actúe y que D. Santiago Carrillo y los que correspondan, sean sometidos a juicio. Los entendidos sostienen que, como España ha adherido al Convenio Europeo de Derechos Humanos, ratificándolo el 10 de octubre de 1979, la jurisprudencia internacional obliga al Estado español a investigar y perseguir los crímenes del franquismo y también, como es lógico, del bando de los republicanos.
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