El jueves pasado en La Nación, se dio a conocer un estupendo artículo, rubricado por el conocido periodista Carlos Pagni. Se intitula "La Dispar Doctrina dela Persecución Ideológica".
No pudimos resistir la tentación de publicarlo. Una meditada lectura de la nota, nos permite sacar en conclusión, que las miserias existentes en el Poder Judicial de la Nación impiden que la Justicia, con mayúscula, cumpla a la perfección una de las mas sagradas misiones que tiene, conservar la PAZ SOCIAL.
No sólo nos ilumina los meandros de la corrupción de los factores de poder, sino la existente en la singular actuación de los funcionarios públicos, quienes al parecer, dejan de ser tales, cuando rozan apenas sus billeteras.
"Cristina Kirchner agregó otro renglón a la deuda que ha venido
acumulando con el juez Ariel Lijo. La Cámara Federal revocó la prisión
preventiva que él había dictado contra Amado Boudou, por injustificada. Para el
kirchnerismo fue la corroboración gozosa de un axioma: existe una persecución
política, enmascarada en expedientes judiciales. La Cámpora acaba de ofrecer
esa bandera a Hugo Moyano. Hay una moda. En Ecuador, Venezuela y, sobre todo,
en Brasil, la penalización de la corrupción es presentada por la izquierda como
hostigamiento ideológico. La peculiaridad argentina es que esa tesis se ve
facilitada por el comportamiento de los jueces.
La liberación de Boudou podía preverse desde que Lijo dispuso su
encarcelamiento. Las rejas obedecían más a la situación del juez que a la del
imputado. La ex cuñada de Lijo había declarado en el Consejo de la Magistratura
que su ex marido Alfredo Lijo, un gestor judicial ligado a Julio De Vido, era
socio del camarista Eduardo Freiler en empresas no declaradas. Y que también
compartía con su hermano, el juez Lijo, el haras La Generación. Cuando los
consejeros citaron a Alfredo Lijo, su hermano, el juez, aprovechó la bien
ganada mala fama de Boudou y lo puso tras las rejas. Se ve que Lijo se sentía
muy amenazado porque ordenó que el apresamiento fuera filmado y se impidió que
fuera difundido por los medios.
La conducta del juez Lijo responde a una estrategia general. Conscientes
de que la complicidad con la corrupción del gobierno anterior los exponía de la
peor manera ante la opinión pública, varios magistrados, en distintos niveles,
intentaron refrescar su imagen. Al principio, recurrieron a un método en boga:
conseguir una foto con el Papa. Jorge Bergoglio, en otra demostración de que la
política no es su fuerte, aceptó retratarse con los hermanos Lijo, que
enseguida panfletearon la postal. Pero la receta fue insuficiente. Los jueces
se atemorizaron por la investigación sobre Freiler y por una insólita
declaración de Mauricio Macri, quien se preguntó por qué no avanzaban contra De
Vido.
En Tribunales contrataron asesores de imagen y diseñaron otro escudo.
Apalancados en un pronunciamiento del camarista Martín Irurzun, los jueces
comenzaron a ordenar prisiones preventivas con el argumento de que quienes
fueron funcionarios tienen más recursos para entorpecer a la Justicia. Así se
mandó a la cárcel a De Vido, sobre quien pesa una sospecha sobre destrucción de
pruebas en la causa por la construcción de la usina de Río Turbio. En el
kirchnerismo están convencidos de que hubo una manipulación: se preguntan por
qué el juez Luis Rodríguez fue misericordioso con los directivos de Isolux,
empresa involucrada en esa obra, que vendió su parque eólico a la familia
Macri, que a la vez ganó una fortuna revendiéndolo.
Con muchos menos argumentos que los que complicaban a De Vido, el juez
Lijo encarceló a Boudou. La Cámara Federal de feria, integrada por Eduardo
Farah, Leonardo Bruglia y Rodolfo Pociello Argerich, anuló esa prisión
preventiva porque no existía indicio alguno de entorpecimiento de la Justicia.
El fallo es meritorio porque repone un principio jurídico esencial: las
garantías fueron inventadas para gente que, como Boudou, resulta sospechosa y
está muy desprestigiada.
La cárcel de Boudou sirvió poco para Lijo. El oficialismo del Consejo de
la Magistratura, liderado por Pablo Tonelli, abrió una causa contra el juez. Ya
están en examen sus declaraciones juradas. Aun así, el binguero Daniel Angelici
sigue haciendo gestiones en su favor con el enigmático argumento de que
"es amigo". En el juzgado de Lijo navega el expediente por la deuda
del Correo, de la familia Macri. Y trabaja un sobrino de Angelici. ¿Quién
representa al Presidente? ¿Angelici o Tonelli? Los dos. También en materia
institucional el Gobierno es gradualista.
Boudou debe estar agradecido a los camaristas, que le permitieron ayer
asistir al nacimiento de sus hijos (las redes sociales son crudelísimas: el
tuitero @gmicele, por ejemplo, se preguntó si los pondría a nombre suyo o de
Núñez Carmona). Pero tal vez esté más reconocido con Lijo, gracias a cuya
arbitrariedad pudo decir que el kirchnerismo estaba siendo castigado por su
gestión nacional y popular.
El insólito argumento de Boudou está muy difundido en América Latina. El
próximo miércoles, un tribunal de Porto Alegre decidirá si confirma o revoca la
condena a nueve años y medio de prisión que el juez Sergio Moro dispuso contra
Luiz Lula da Silva. El expresidente está acusado de haber recibido un tríplex
en Guarujá como coima de la constructora OAS. Lula es hoy el principal
candidato para las presidenciales de octubre, con 35% de intención de voto. El
PT, su partido, alega que la prisión sería un fraude electoral. Pero lo más
probable es la prisión.
En Ecuador, Rafael Correa asistió a la deposición de su hombre en la
vicepresidencia, Jorge Glas, por su vinculación con Odebrecht. Después emitió
un tuit: "La judicialización de la política. El mismo libreto en todos
lados: Dilma, Lula, Jorge Glas, Cristina. (...) El verdadero 'delito': haber
dado justicia y dignidad".
El argumento es curiosísimo. Porque Pedro Pablo Kuczynski, en Perú; Juan
Manuel Santos, en Colombia, y Macri están bajo la lupa por el escándalo
Odebrecht. En el caso de Macri, no sólo su primo Ángelo Calcaterra está siendo
investigado, y Elisa Carrió dijo que debe ir preso. También se abrió una causa
por el decreto que, el 16 de junio de 2016, asignó al soterramiento del
Sarmiento, que todavía operaban Odebrecht y Calcaterra, $45.000 millones. Sin
embargo, ni Kuczynski, ni Santos, ni Macri figuran entre las víctimas por las
que clama Correa. En el caso de estos miserables neoliberales está actuando la
justicia independiente.
No es la única traición a la lógica. ¿O el kirchnerismo aceptará que,
con los mismos argumentos con que se liberó a Boudou, podrían salir de la
cárcel muchos militares que están en prisión preventiva sin que haya indicio
alguno de que pueden perturbar a la Justicia? Es verdad: son acusados de
delitos de lesa humanidad. Pero las convenciones de derechos humanos son
categóricas: la prisión preventiva no tiene vinculación con la gravedad del
crimen que se imputa. Es antipático, pero algún día habrá que determinar si los
militares son seres humanos.
El último capítulo de la doctrina de la persecución ideológica es su
extensión al sindicalismo. La Cámpora ofreció a Hugo Moyano que se guarezca
debajo de esos argumentos. La relación con la familia Moyano está a cargo de
Máximo Kirchner. La ventaja sería mutua. Los Moyano, acusados de lavado de
dinero y con problemas para explicar algunas transferencias para OCA,
encontrarían un respaldo político. Y la ex presidenta fortalecería su rama
sindical en un año conflictivo por la importancia de las negociaciones
salariales para la política económica. Cristina Kirchner fortalecería su
narrativa: Macri la persigue porque ella dificulta su ajuste ortodoxo. Quedaría
mejorada la coartada de Boudou: no los castigan por haber hecho lo bueno, sino
por impedir que se haga lo malo. Los camiones serían útiles para esta
narración.
A Cristina Kirchner nunca le importó si su montaje retórico coincide con
la realidad. Es probable que sus infortunios judiciales no se deban tanto al
Gobierno como a la interna peronista. Entre Comodoro Py y el PJ poskirchnerista
hay un acuerdo. Los jueces liquidan la interna peronista condenando a la cúpula
anterior y el peronismo poskirchnerista impide las condenas en el Consejo de la
Magistratura. Varios feligreses de la señora de Kirchner entendieron que la
apostasía suministra libertad. Aníbal Fernández denunció a su jefa por no
apreciar al peronismo. Sigue libre. Igual que Ricardo Echegaray, muy próximo a
esta estrategia judicial. Guillermo Moreno elogió la nueva fórmula de
actualización jubilatoria y no conoce el calabozo. Al revés: Carlos Zannini debería
preguntarse si no debe su prisión al exsenador Nicolás Fernández, su enemigo
oculto, crucial en esta trama.
Si la conducta de los jueces es una variable de la interna peronista,
Moyano está frente a un dilema. Los magistrados han sido complacientes con él.
El caso más notorio es el de Claudio Bonadio. Este juez dictó la prisión de
Héctor Timerman sin considerar que impediría su tratamiento en los Estados
Unidos por una grave enfermedad. Como la cámara hizo con Lijo, el juez Sergio
Torres revisó la decisión. Pero en el caso de Moyano, el implacable Bonadio
archivó un tórrido expediente sobre su obra social. Y llamó a declarar al
funcionario de la UIF que involucró a gremialistas por lavado de dinero. Si los
camioneros se asociaran a Cristina Kirchner, ¿cambiaría su suerte en
Tribunales?
Es lógico que Cristina Kirchner descrea de la imparcialidad de los
jueces. Lijo, el verdugo de Boudou, hacía gestiones en marzo de 2015 para
evitar que las causas judiciales impidieran el triunfo de Daniel Scioli. Y
cajoneó durante años la investigación sobre los aportes de traficantes de
efedrina a la campaña presidencial de 2007. La expresidenta también es deudora
de Bonadio. El látigo de Dios sobreseyó en 2011 a dos de sus secretarios
privados en una escandalosa causa por enriquecimiento ilícito. ¿Cómo pensar que
hoy son independientes aquellos que dependieron tanto de ella? Esos jueces,
como tantos otros, escenifican una de las más graves patologías del país. Un
sistema minado por la corrupción está incapacitado para impartir justicia. Se
trate de absolver o de castigar."
No nos resistimos a plantear, como lo hace el autor, una duda: los militares alojados en las diversas Bastillas Judiciales, tienen derechos humanos. O la singular retaliación existente hacia ellos, los aparta de una hipócrita sociedad que apoya sin mas a los políticos que abandonaron el barco, cuando éste naufragaba, dejando en manos de lso hombres de armas, el destino de la Nación. Transcurrió un lapso terrorífico, por ambas partes enfrentadas: los militares y los sanguinarios elementos subversivos marxistas. Vuelta la paz, vuelven esos desvergonzados, pretendiendo darnos lecciones de convivencia republicana y de moral, sin que se les mueva un pelo. Sin ponerse colorados. Sin pedir perdón, de rodillas, al pueblo al que abandonaron oportunamente. Su prédica, a seguido, llevó a la República a las profundidades de la corrupción.
Creemos que es el momento de meditar al respecto, para que los culpables, todos, conversen sobre lo sucedido y que se ponga fin de esta forma a la inequidad existente, en cuanto una parte de quienes violaron los derechos humanos, está privada de su libertad y los otros violadores no han sido perseguidas por la longa mano de la ley, entregándoles el Estado al que pretendían destruir, para colmo e irónicamente, elevadas sumas de dinero que actualmente gozan, agradeciendo por lo bajo a los militares detenidos, el haber hecho lo necesario para mejorar su fortuna personal.
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