La
crisis venezolana no da tregua y se acentúa con rasgos claros de catástrofe.
Los problemas no se resuelven, sino que se potencian, lo que hace más difícil
la vida cotidiana de cualquier ciudadano de clase media y de los sectores
populares. Bienaventurados los que todavía pueden viajar al exterior y adquirir
los productos básicos necesarios, práctica que, por lo demás, se hace más
frecuente. Las
noticias diarias que algunos medios independientes y las redes sociales
resaltan son desastrosas. Un repaso, a vuelo de pájaro, da cuenta del proceso
de cese de actividades de empresas nacionales o transnacionales con el
consecuente daño para la economía y para los trabajadores que, al fin y al
cabo, son los que pagan –con la pérdida de sus empleos– las consecuencias de
erradas e irracionales políticas gubernamentales que en nada ayudan a la activación
del aparato productivo doméstico y, mucho menos, incentivan la inversión
extranjera. Damos
cuenta de dos casos emblemáticos de industrias que han bajado la santamaría de
forma repentina, debido a la situación cambiaria, a la falta de materias primas
y otras “menudencias”, que no hacen rentables sus operaciones desde el punto de
vista económico y financiero. Es así como la corporación estadounidense Clorox,
fabricante de productos de limpieza, informó que descontinuaba sus operaciones
en Venezuela “gracias a las restricciones impuestas por el gobierno nacional”,
la incertidumbre económica y los problemas con el flujo de suministros (como
cosa curiosa, al saberse la nueva sus acciones subieron en Wall Street). La
respuesta del régimen no se hizo esperar, el propio vicepresidente ejecutivo de
la república, Jorge Arreaza, lideró la toma de la compañía con los trabajadores
para reiniciar las operaciones. Sabemos que eso es pan para hoy y hambre para
mañana, al igual que ha sucedido con tantas empresas estatizadas que luego han
fracasado estruendosamente.
También,
llama poderosamente la atención el cierre inesperado –para desagradable
sorpresa de quienes allí laboran– de Suramericana de Soplados, que fabrica
tanques plásticos de gasolina para vehículos. Sus dueños alegaron en una
escueta nota adosada al portón de entrada la liquidación y disolución de la
sociedad por razones similares
En
extrañas circunstancias el TSJ ordena la ocupación temporal inmediata –por
incurrir en los delitos de especulación y acaparamiento– de Venoco, fabricante
de aceites y lubricantes para vehículos (intervenida por el Ejecutivo desde
2010). La reacción de los obreros y empleados fue abandonar sus labores en
protesta por tal decisión. Son tres casos que resaltan lo grave de la acciones del
madurismo en detrimento del abastecimiento y de la reactivación de la economía
nacional.
(Seleccionado de la web del diario venezolano El
Nacional, de Caracas, del 03 de octubre de 2014)
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