"Las elecciones legislativas del 28 de junio han vuelto a resucitar las mil y una caras del peronismo. El sector oficialista lo encabeza el marido de la presidenta y antecesor suyo en el cargo, Néstor Kirchner. El «disidente», el empresario multimillonario Francisco de Narváez y, a caballo entre uno y otro, se abren hueco un ramillete de dirigentes que siguen teniendo a Perón por bandera y a Evita como santo y seña.
Hay tantos peronismos como manchas tiene un tigre. «Durante su exilio en Puerta de Hierro, le preguntaron al general Juan Domingo Perón qué era el peronismo. Él, contesto: Depende». La anécdota, en boca de Francisco de Narváez, sirve para explicar que «todo cabe en el peronismo». El candidato que aspira a vencer el próximo 28 de junio en las urnas a Kirchner y dar posteriormente el salto a la presidencia del Partido Justicialista (PJ), está convencido de que es hora de «acotar los márgenes y definir el peronismo del siglo XXI».
El escritor Juan José Sebreli, autor de «Los deseos imaginarios del peronismo» y, entre otros ensayos, «Comediantes y Mártires», donde derrumba el mito de Eva Duarte de Perón, advierte: «Siempre hubo varios peronismos, ahora lo que sucede es que está más fragmentado». Ignacio García Hamilton, historiador con un libro en puertas sobre el movimiento de Perón, encuentra un común denominador en ese abanico de peronismos: «Ambición de poder, falta de respeto a las instituciones y al Estado de Derecho, así como un marcado autoritarismo… En esencia, —advierte en coincidencia con Sebreli—, el peronismo no es democrático, es sinónimo de populismo, unas veces de derechas y otras de izquierda».
«Democracia peronista»
Socióloga y directora de la consultora Romer y Asociados, Graciela Romer no desprecia ese análisis pero hace concesiones al movimiento justicialista, que es como lo bautiza Perón. «Al peronismo hay que reconocerle que fue el movimiento que mejor representó en los años 40 y 50 el proceso de industrialización. Las grandes transformaciones se produjeron por la colaboración del peronismo y el estado de bienestar de entonces, y las reformas, con todos sus defectos, que se dan en los años 90, se alcanzan por su intervención».
Sebreli insiste en una particular «democracia peronista» y describe los distintos rostros de Perón, «fascista, desarrollista, neoliberal y conservador» en función de «la etapa que atravesara, pero siempre autoritario y populista».
Ese mismo catálogo, aunque no en el mismo orden, se da en los partidos que concurren a las elecciones, y en los presidentes de la escuela del general: Carlos Ménem, Eduardo Duhalde, Adolfo Rodríguez Saá y Néstor Kirchner. Los analistas coinciden en identificar a Ménem como el «menos autoritario. Su primer Gobierno —señala Sebreli— fue el más democrático». Sylvina Walger, autora del libro «Pizza con champán», fiel retrato del derroche y el exceso de lo que ella llama «el menemato», asegura que «entonces, pese a todo, el Gobierno era más democrático»".(Seleccionado de la web del diario madrileño ABC del 24-05-09)
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