"Lo que abunda en el terreno internacional es la insolidaridad, especialmente entre los gobiernos democráticos. Al fin y al cabo, Estados Unidos es un aliado incierto y tímido de los colombianos, pero tal vez es el único que tienen (por ahora). Los supuestos ´´hermanos latinoamericanos´´ oscilan entre la complicidad activa con las guerrillas narcoterroristas de las FARC --los gobiernos de Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua-- o la indiferencia general de casi todo el resto.
En América Latina prácticamente ninguna democracia mueve un dedo para ayudar a una sociedad en desgracia, radique o no en el vecindario. Ni siquiera los colombianos son inocentes de ese pecado de omisión: nunca sus gobiernos democráticos intentaron proteger a los nicaragüenses de Somoza, a los dominicanos de Trujillo, a los cubanos de Castro o a los paraguayos de Stroessner.
En todo caso, el portazo al TLC con Colombia es sólo un ensayo general para lo que posiblemente vendrá tras las elecciones americanas de noviembre. Si ganan los demócratas, lo probable es que Washington reduzca drásticamente o ponga fin a la ayuda militar al gobierno de Uribe. Colombia, pues, tendrá que hacer planes de medio o largo plazo para enfrentarse a sus calamidades sin contar con el auxilio norteamericano ni de nadie, con el agravante de que los gobiernos de Ecuador, Venezuela, Bolivia y Nicaragua ayudarán copiosamente y de mil maneras diferentes a los narcoterroristas de las FARC ante la pasividad de la OEA y el resto de las instituciones decorativas del continente.
¿Podrán enfrentarse los colombianos solos a la embestida de las narcoguerrillas comunistas y de los gobiernos cómplices de la región? Por supuesto, pero a base de una mayor inversión en el fortalecimiento material del ejército y de los cuerpos de inteligencia.
No hay otra forma de pacificar al país que derrotando inequívocamente a las FARC y al ELN hasta llevarlos a la convicción, como ocurrió en Guatemala y en El Salvador, de que depongan las armas y se sienten en serio en la mesa de negociaciones o desaparecen.
Eso exigirá una dosis grande de patriotismo y moral de combate, hacer mayores sacrificios económicos, adaptar la legislación y las instituciones a los tiempos de guerra, librar más inteligentemente la batalla de la información y, sobre todo, entender que están solos ante el peligro. Ingrimos, como dicen en aquellos parajes olvidados de la mano de Dios". (http://www.hacer/ Weekly News-02-05-08)
En América Latina prácticamente ninguna democracia mueve un dedo para ayudar a una sociedad en desgracia, radique o no en el vecindario. Ni siquiera los colombianos son inocentes de ese pecado de omisión: nunca sus gobiernos democráticos intentaron proteger a los nicaragüenses de Somoza, a los dominicanos de Trujillo, a los cubanos de Castro o a los paraguayos de Stroessner.
En todo caso, el portazo al TLC con Colombia es sólo un ensayo general para lo que posiblemente vendrá tras las elecciones americanas de noviembre. Si ganan los demócratas, lo probable es que Washington reduzca drásticamente o ponga fin a la ayuda militar al gobierno de Uribe. Colombia, pues, tendrá que hacer planes de medio o largo plazo para enfrentarse a sus calamidades sin contar con el auxilio norteamericano ni de nadie, con el agravante de que los gobiernos de Ecuador, Venezuela, Bolivia y Nicaragua ayudarán copiosamente y de mil maneras diferentes a los narcoterroristas de las FARC ante la pasividad de la OEA y el resto de las instituciones decorativas del continente.
¿Podrán enfrentarse los colombianos solos a la embestida de las narcoguerrillas comunistas y de los gobiernos cómplices de la región? Por supuesto, pero a base de una mayor inversión en el fortalecimiento material del ejército y de los cuerpos de inteligencia.
No hay otra forma de pacificar al país que derrotando inequívocamente a las FARC y al ELN hasta llevarlos a la convicción, como ocurrió en Guatemala y en El Salvador, de que depongan las armas y se sienten en serio en la mesa de negociaciones o desaparecen.
Eso exigirá una dosis grande de patriotismo y moral de combate, hacer mayores sacrificios económicos, adaptar la legislación y las instituciones a los tiempos de guerra, librar más inteligentemente la batalla de la información y, sobre todo, entender que están solos ante el peligro. Ingrimos, como dicen en aquellos parajes olvidados de la mano de Dios". (http://www.hacer/ Weekly News-02-05-08)
No hay comentarios:
Publicar un comentario