Creemos que este día es propicio para llevar a conocimiento de todos los ciudadanos de la Argentina, que se ha intentado, se intenta y se intentará convertir a Eva Perón en partidaria de las ideas comunistas y marxistas. Sin embargo, nada mas lejos de la realidad. Inútil es que intenten engañar a nadie. Quienes utilizan su nombre y su fama, para llevar agua a su molino, seguramento no tienen la menor idea de que se trata. Son los que conocen al obrero por medio de una fotografía. Han intentado, y lo lograron, infisionar al peronismo con su pestífera hiel. Como sus apestosas ideas marxistas-leninistas, no han triunfado en el mundo, intentaron copar al peronismo, adoptando el difraz de peronistas. Lo han logrado con la venia de los oportunistas de siempre. Como Dios no quiere cosas sucias, podemos transcribir algunos párrafos del libro La Razón de Mi Vida, de donde surge el verdadero pensamiento de su autora. Ni una palabra de aliento a los rojos. No se observan ni rastros, del falsificado pensamiento de Evita sobre la doctrina comunista y las afines. De tales párrafos se desprende la absoluta repugnancia de la misma, hacia esas doctrinas extrañas al ser argentino. Creemos que, tales citas, desvirtuarán de una vez por todas las falsedades y las mentiras que se intentan propagar. Evita "Montonera" existe sólo en mentes afiebradas. Es de desear que la presente sea una contribución que permita que salga a luz la verdad .
Señala Eva Perón, en el aludido libro de su autoría, en el Capítulo V, lo siguiente: "Un día me asomé, por la curiosidad que derivaba de mi inclinación, a la
prensa que se decía del pueblo.
Buscaba una compañía... ¿No es acaso verdad que casi siempre, en los
libros, en los libros y diarios que leemos, buscamos más una compañía que un
camino para recorrer o una guía que nos conduzca?
Por eso tal vez leí la prensa de izquierda de nuestro país; pero no
encontré en ella ni compañía, ni camino y menos quien me guiase.
Los “diarios del pueblo” condenaban, es verdad, al capital y a
determinados ricos con lenguaje duro y fuerte, señalando los defectos del
régimen social oprobioso que aguantaba el país.
Pero en los detalles, y aún en el fondo de la prédica que sostenían, se
veía fácilmente la influencia de ideas remotas, muy alejadas de todo lo
argentino; sistemas y fórmulas ajenas de hombres extraños a nuestra tierra y a
nuestros sentimientos.
Se veía bien claro que lo que ellos deseaban para el pueblo argentino no
vendría del mismo pueblo. Y esta comprobación me puso de inmediato en
guardia...
Me repugnaba asimismo otra cosa: que la fórmula para la solución de la
injusticia social fuese un sistema igual y común para todos los países y para
todos los pueblos y yo no podía concebir que para destruir un mal tan grande
fuese necesario atacar y aniquilar algo tan natural y tan grande también como
es la Patria.
Quiero aclarar aquí que hasta no hace muchos años, en este país, muchos
“dirigentes” sindicales (a sueldo) consideraban que la Patria y sus símbolos
eran prejuicios del capitalismo, lo mismo que la Religión.
El cambio que después hicieron es otra razón que me hizo desconfiar de
la sinceridad de estos “ardientes defensores del pueblo”.
La lectura de la prensa que ellos difundían me llevó, eso sí, a la
conclusión de que la injusticia social de mi Patria sólo podría ser aniquilada
por una revolución; pero me resultaba imposible aceptarla como una revolución
internacional venida desde afuera y creada por hombres extraños a nuestra
manera de ser y de pensar.
Yo sólo podía concebir soluciones caseras, resolviendo problemas a la
vista, soluciones simples y no complicadas teorías económicas; en fin,
soluciones patrióticas, nacionales como el propio pueblo que debían redimir.
¿Para qué — me decía yo — aumentar, por otra parte, la desgracia de los
que padecen la injusticia quitándoles, de ese mundo que estaban acostumbrados a
contemplar, la visión de la Patria y de la Fe?
Me decía que era como quitar el cielo de un paisaje.
¿Por qué, en vez de atacar constantemente a la Patria y a la Religión,
no trataban los “dirigentes del pueblo” de poner esas fuerzas morales al
servicio de la causa de la redención del pueblo?
Sospeché que aquella gente trabajaba más por el bienestar de los
obreros, por debilitar a la nación en sus fuerzas morales.
¡No me gustó el remedio para la enfermedad!
Yo sabía poco pero me guiaban mi corazón y mi sentido común y volví a
mis pensamientos de antes y a mis propios pensamientos, convencida de que no
tenía nada que hacer en aquella clase de luchas.
Me resigné a vivir en la íntima rebeldía de mi indignación.” Como se observa, ni una palabra, ni una coma relacionada con el presunto apoyo a esas doctrinas "extrañas al pueblo". Esperemos que quienes piensan lo contrario no nos digan ahora, que era el pensamiento de una persona que no estaba en sus cabales ...
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