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lunes, 26 de agosto de 2013

Destruyendo la "Historia Oficial"


 
 
 
 
 
En octubre votarán jóvenes que conocen solamente el relato que, en Fútbol Para Todos, gentilmente les ofrece 4 veces al mes, quienes nos gobiernan, adjuntando publicidades de reiteradas inauguraciones. Lo que se conoce como "El relato". Creo firmemente que debemos abrirles la mente a estos jóvenes, a fin de ayudarlos a elegir. No pretendemos señalarles a quien elegir. Ni mencionamos quien será el depositario de sus votos. Lo único que pretendemos es esclarecerles la historia reciente de nuestro desgraciado país. Entre tanta inmundicia, queremos dejarles lo que, modestamente, creemos es una selección sincera, relacionada con el pasado inmediato. Con el pasado reciente. Por ejemplo: basta de "Evita Montonera". No es cierto que Evita fuera de tal tendencia. Era firme partidaria de la derecha mas rancia.  La foto lo dice todo ... Ahora, que algún delirante haya "inventado" la leyenda que le permite vivir sin trabajar, a nuestra costa, es otra cosa. Basta de mentiras criollas, vean lo que pasó y júzguenlo. Eso sí: sean piadosos con los mayores.
 
Cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció la expropiación del 51% de las acciones de Repsol en YPF tenía a sus espaldas la ubicua, en Argentina, imagen de Eva Perón, como si ésta presidiera la ceremonia. Lo cual no debe de extrañar a quienes intuyen, o saben, que la mítica Evita es el alma máter de Cristina.

Durante el año 2011, la presidenta inauguró dos gigantescos retratos en hierro de su numen, de 31 metros de alto, 24 de ancho y 15 toneladas de peso, en sendas fachadas del Ministerio de Desarrollo Social, en la muy ancha avenida 9 de Julio de la ciudad de Buenos Aires, lo cual los hace visibles a gran distancia. Con un añadido revelador: el estilo de los retratos es premeditadamente idéntico al del Che Guevara que se exhibe en la Plaza de la Revolución de La Habana.

Esta triple coincidencia –Eva Perón, Che Guevara, Cristina Fernández– explica muchas de las calamidades que padece Argentina. Incluida la manía por las expropiaciones, a las que era muy aficionado el guerrillero emblemático, hasta el punto de que sus discípulos subversivos utilizaban esta palabra para maquillar los atracos a bancos, empresas y particulares. Sobre Eva Perón no hay mucho que agregar a lo que han escrito sus apologistas y detractores, aunque en el contexto de los últimos exabruptos de la implacable expropiadora es bueno recordar los términos en que la describió Juan José Sebreli (Crítica de las ideas políticas argentinas, Sudamericana, Buenos Aires, 2002):

“Perón podía inclinarse más hacia el lado conservador, en tanto le reservaba a Evita el revolucionario (...) Mientras Perón, como jefe de Estado, burocratizaba y rutinizaba (sic) su carisma revolucionario del 17 de octubre, la manera jacobina plebeya sobrevivía en la persona de Evita, que podía tomarse esa libertad por no estar institucionalizada. Esa postura acercaba a Evita al fascismo, en el sentido en que éste era, como señalara León Trotsky, "una caricatura reaccionaria del jacobinismo". Paradójica pero significativamente, los rasgos típicos del fascismo en Evita más que en Perón hicieron creer a la juventud setentista que ella había estado más a la izquierda que éste”. Es evidente que el “Entrismo” no conoce al Peronismo.  Ni siquiera se tomó el trabajo racional, de leer un poco su historia, para entonces no equivocarse.

En el Capítulo V del libro  “La Razón de Mi Vida”, escrito por Evita, libro que no podrá ser calificado como de autoría de un reaccionario imperialista, nos sintetiza Evita lo que el peronismo pensaba sobre la izquierda. Su autora no puede ser tildada de ignorante del tema, ya que es público y notorio que visitaba a los que ella llamaba cariñosamente sus  “grasitas”. No hesitaba en mezclarse con ellos. Hasta besando a algún leproso, sin asco. En la actualidad, algunos  que  ostensiblemente intentan  imitarla, creo que cuando están entre los pobres, no pueden evitar el gesto  repugnándoles el “olor a pobre que tienen”. Reseña Eva Perón: “Un día me asomé, por la curiosidad que derivaba de mi inclinación, a la prensa que se decía del pueblo.  Buscaba una compañía… ¿No es acaso verdad que casi siempre, en los libros, en los libros y diarios que leemos, buscamos más una compañía que un camino para recorrer o una guía que nos conduzca? Por eso tal vez leí la prensa de izquierda de nuestro país; pero no encontré en ella ni compañía, ni camino y menos quien me guiase.

Los “diarios del pueblo” condenaban, es verdad, al capital y a determinados ricos con lenguaje duro y fuerte, señalando los defectos del régimen social oprobioso que aguantaba el país. Pero en los detalles, y aún en el fondo de la prédica que sostenían, se veía fácilmente la influencia de ideas remotas, muy alejadas de todo lo argentino; sistemas y fórmulas ajenas de hombres extraños a nuestra tierra y a nuestros sentimientos.  Se veía bien claro que lo que ellos deseaban para el pueblo argentino no vendría del mismo pueblo. Y esta comprobación me puso de inmediato en guardia…

Me repugnaba asimismo otra cosa: que la fórmula para la solución de la injusticia social fuese un sistema igual y común para todos los países y para todos los pueblos y yo no podía concebir que para destruir un mal tan grande fuese necesario atacar y aniquilar algo tan natural y tan grande también como es la Patria. Quiero aclarar aquí que hasta no hace muchos años, en este país, muchos “dirigentes” sindicales (a sueldo) consideraban que la Patria y sus símbolos eran prejuicios del capitalismo, lo mismo que la religión. El cambio que después hicieron es otra razón que me hizo desconfiar de la sinceridad de estos “ardientes defensores del pueblo”.

La lectura de la prensa que ellos difundían me llevó, eso sí, a la conclusión de que la injusticia social de mi Patria sólo podría ser aniquilada por una revolución; pero me resultaba imposible aceptarla como una revolución internacional venida desde afuera y creada por hombres extraños a nuestra manera de ser y de pensar. Yo sólo podía concebir soluciones caseras, resolviendo problemas a la vista, soluciones simples y no complicadas teorías económicas; en fin, soluciones patrióticas, nacionales como el propio pueblo que debían redimir.

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