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sábado, 31 de agosto de 2013

Destruyendo la Historia Oficial (II)


                                                   

 
 
"¿Para qué -me decía yo- aumentar, por otra parte, la desgracia de los que padecen la injusticia quitándoles, de ese mundo que estaban acostumbrados a contemplar, la visión de la Patria y de la Fe?  Me decía que era como quitar el cielo de un paisaje. ¿Por qué, en vez de atacar constantemente a la Patria y a la religión, no trataban los “dirigentes del pueblo” de poner esas fuerzas morales al servicio de la causa de la redención del pueblo?

Sospeché que aquella gente trabajaba más que por el bienestar de los obreros, por debilitar a la nación en sus fuerzas morales.  ¡No me gustó el remedio para la enfermedad!  Yo sabía poco pero me guiaba mi corazón y mi sentido común y volví a mis pensamientos de antes y a mis propios pensamientos, convencida de que no tenía nada que hacer en aquella clase de luchas. Me resigné a vivir en la íntima rebeldía de mi indignación. A mi natural indignación por la injusticia social se añadió, desde entonces, la indignación que habían levantado en mi corazón, las soluciones que proponían y la deslealtad de los presuntos “conductores del pueblo” que acababa de conocer. ¡Me resigné a ser víctima!”.

Los que se autocalifican de  “montoneros”, diciéndose “peronistas -a quienes quieran oírlos en el fondo confiesan que son marxistas-   , es evidente que les debe caer muy mal lo que sostenía Evita, lo que señalaba Perón. Salvo que para ellos, se haya creado una agrupación peronista a su gusto y paladar.  En la actualidad podemos observar que para este grupo, todo se trata de un negocio mercantil de la peor laya.  Esta juventud, denominada a veces como “jóvenes utópicos” o “juventud maravillosa”, no tiene la menor idea de que su ídolo, su Líder el General Juan Domingo Perón, no comulgaba con la generalmente conocida como “zurda”.

En 1947 el general Perón la mandó a Evita a diversos países de Europa, como su representante personal. En la ocasión varios diarios se hicieron eco de tan importante visita. Acotemos que los partidarios de la izquierda la ignoraron. En cambio los partidarios de la derecha, la recibieron como uno de los suyos, en forma harto entusiasta. El diario La Vanguardia, de España, el 23 de julio de ese año nos decía al respecto: “La esposa del presidente Perón «ha conquistado» París», dicen los periódicos de derechas, mientras que los de izquierda guardan el mayor silencio en relación con su estancia en la capital.  «L 'Epoque» dice que unas horas han bastado a la señora de Perón para conquistar a los parisienses. «Esta gran señora, esposa del Presidente argentino, es  una mujer hermosa, llena de gentileza y sencillez.

A pesar de la malevolencia y del mal gusto de la Prensa comunista, los franceses saben con qué interés la señora de Perón ha defendido siempre, con su marido, la causa de Francia. Los franceses le han dado muestras de estimación y gratitud». «Le Pays» dice que «es una «trabajadora extraordinaria, tanto por su misión como por su Juventud y belleza, su caridad y su dinámica personalidad. «La  Matin» titula «su información así: «La diplomática y bella señora desea probar que la Argentina no es una dictadura». A continuación se da una completa relación de su visita, de las exportaciones argentinas a Francia y una entrevista con un diplomático argentino, cuyo nombre no indica, recalcando los aspectos democráticos del Gobierno de la Argentina. Los directivos de la central obrera de allí o sea la  CGT de Francia, eran de origen comunista. Y sucedió algo insólito para quienes militando en la izquierda criolla, utilizan el nombre de Evita. Nos señala el mismo periódico: “La Agencia United   Press informa que una delegación de la Confederación General del Trabajo ha acudido al Ministerio de  Asuntos  Exteriores para protestar contra el «innecesario» alarde de atenciones oficiales que se viene prodigando a la esposa del Presidente argentino durante su estancia en la capital francesa. En la nota entregada por la mencionada Organización se protesta de la recepción de dicha visitante por el presidente Auriol y se agrega que el carácter particular de la visita de la esposa del general Perón daba ocasión para que el Gobierno francés se mostrara menos comedido en cuanto a la  participación oficial en los agasajos a aquélla”.

Una crónica remitida a Londres, por correo aéreo, y publicada por el diario español La Vanguardia, el 24 de julio de 1947, daba cuenta que: “El lunes pasado, mientras esperaba en el aeródromo de Orly a la esposa del presidente Perón, recordaba el curioso desarrollo de las campañas que se han hecho aquí en Francia contra la ilustra estadista argentina. Fueron sus iniciadores los comunistas y la violencia de las mismas no cesó hasta la negociación, de cierto Tratado o Acuerdo comercial que vino a demostrar cómo, países ideológicamente distintos, pueden establecer contactos en el terreno económico cuando los intereses de ambos coinciden en ellos. Entonces, la Prensa comunista francesa puso momentáneamente sordina a sus vituperaciones y procuro eludir el tema. Pero el impulso estaba dado y otros siguieron su inercia. Hay que tener presente para comprender esto que durante bastante tiempo «L'Humanité» pretendió expresar la ortodoxia pura de la resistencia. Se asistía con sorpresa a la repetición de campañas claramente marxistas en periódicos que no lo eran, como si grandes sectores de la opinión francesa hubiesen perdido durante la guerra su contenido político y fuesen concavidades sin voz, sólo aptas para el eco.

Esta carencia de iniciativa en los sectores no comunistas, que ha desaparecido en parte ya, concedía de hecho una especie de monopolio al que lo era. Aunque no sus entusiasmos, se acataban casi todos sus odios. Para liberarse de un juicio reaccionario o simplemente antimarxista, que entonces era bastante comprometedor, ciertos publicistas trataban de hacer méritos. Y quien sentía un vago sentimiento de pudor que le impedía tomar a sus propios compatriotas como blanco de su reciente rigor revolucionario, o buscaba en el terreno internacional. Y con «L'Humanité » a la vista, disparaban unas veces contra el jefe del Estado argentino y otra» contra el Jefe del Estado español. Se echaba de ver que ni siquiera se habían tomado la molestia de enterarse. Eran simples maniobras políticas de tipo personal.

Todo esto me venía a la memoria, repito, en el aeródromo de Orly, donde dos centenares de personas aguardaban a la ilustre dama argentina. Si en vez de haber dado a su estancia en París un carácter puramente protocolario se hubiese hecho algo más popular, no habrían sido doscientas, sino dos mil las que hubiesen estado en el aeropuerto, parisiense para recibir a la esposa del presidente Perón, que goza aquí de innumerables simpatías. Ni  es cierto que haya en Francia, como afirma parte de la Prensa de este país, un sentimiento  espontáneo de antipatía hacia el presidente Perón ni hacia la política que encarna. Hay reacciones provocadas artificialmente en los medios colonizados por el marxismo, que no es lo mismo. Antes de ir a Orly, conversé un momento con el padre Benítez," organizador de esta triunfal embajada europea. El pensaba que los artículos indecorosos publicados estos días en la Prensa parisiense, habían sido inspirados por ricos argentinos antiperonistas, de la capital francesa, y que un hombre liberal que ocupaba la más alta magistratura del Estado por elección popular y cuya política social alarma a la plutocracia, no debería despertar recelo alguno entre los trabajadores.

A lo que yo contesté:

—Padre: todo lo que usted dice es verdad. Pero aquí, en Europa, el marxista odia menos a un régimen antiobrero, de cuyo derrocamiento está seguro, que a  otro que pueda superarle en el terreno de la justicia social, lo cual considera su monopolio. Al quedarse únicamente con la exclusiva de la sequedad espiritual, piensan que han sido objeto de despojo.

Eran poco más de las cinco de la tarde, cuando el aparato de la Flota Comercial Aérea Argentina, donde viajaba la señora de Perón, apuntaba en el cielo.

Nuestro embajador señor Aguirre de Carcer y el ministro de Asuntos Exteriores francés, señor Bidault, que habían conversado durante la espera, se adelantaron hacia el lugar del aterrizaje, donde les habían precedido el embajador de la Argentina y otros diplomáticos sudamericanos. El avión se posó, giró para presentar su flanco izquierdo, el de la portezuela a las personalidades congregadas en él aeródromo, y se detuvo. La señora de Perón, comenzó a descender la escalerilla arrimada al trimotor. Iba vestida de blanco, y sonreía. Una salva de aplausos la acogió. Los fotógrafos de Prensa sé precipitaron hacia ella después de desigual combate con la policía, que pretendía alejarlos. La retrataron, sola primero, luego con el señor Bidault que le había dado efusivamente la bienvenida. Cinco minutos después, una caravana compuesta por unos treinta o cuarenta coches, se dirigía rápidamente hacia la capital.

A la puerta del Ritz, en la plaza de Vendóme, un centenar de argentinos, que no habían podido ir al aeródromo, esperaban a la ilustre embajadora. Nuevamente sonaron aplausos. De cada tienda de los alrededores asomaban enracimadas las cabezas rubias de las vendedoras. Algunos transeúntes se detuvieron sorprendidos.

Dos obreros que pasaban en bicicleta preguntaron a un guardia:

— ¿Quién es?

—Madame Perón — contestó éste.

—Es muy gentil — dijo uno, de ellos, contemplándola mientras entraba al hotel. He repetido la frase para que se aprecie el matiz. Gentil. Es decir «gentil» revela en los labios de un hombre del pueblo un movimiento cordial, el que habría manifestado todo París, si el sectarismo no actuase como corrosivo en los impulsos espontáneos de la multitud. En esta ocasión el Gobierno y el pueblo de Francia habrían podido coincidir en una misma manifestación de gratitud y simpatía. Pero aquel ha estado solo, y a éste, que sería feliz si recobrase su antigua capacidad de entusiasmo, no se le invita a aplaudir, sino a amenazar. Ha sido en la misma plaza Vendóme,  en el breve espacio, que media entre la calzada y la puerta del Ritz, donde doña María Eva Duarte de Perón ha logrado su primera victoria parisiense: Dos obreros se han detenido a contemplarla. Unas vendedoras, han mezclado sus aplausos a los de la Colonia argentina. Así, con pequeños hechos, al parecer insignificantes, es cómo se conquista en esta capital la auténtica popularidad. No hay cómo la presencia para destruir la leyenda.

Y la presencia de la señora de Perón ha tenido la virtud, como explicaré mañana, de disipar muchas de las nieblas que artificialmente se creaban aquí para ocultar la espléndida realidad que es hoy la República Argentina.”

Perón no tenía simpatía hacia el comunismo, más aun, cuando tenía la ocasión de criticarlo, lo hacía filosamente. En numerosas oportunidades hizo conocer Perón su opinión al respecto. Dijo el general: Los que han de conducir el Movimiento Peronista en el futuro, cuyas autoridades saldrán de lo que decida este Congreso, deben pensar que nosotros estamos realizando una verdadera revolución, fuera del infantilismo revolucionario, que no es lo mismo. Estamos realizando una revolución, pero en paz, utilizando, como he dicho yo, dos ingredientes que la revolución pone en juego, que es la sangre y el tiempo. Si queremos ganar tiempo, gastaremos más sangre, y si queremos ahorrar sangre, utilizaremos más tiempo. Al gasto de sangre, nosotros preferimos el gasto de tiempo.” (…) (Discurso de Perón, del 24-05-1974 en el Teatro Nacional Cervantes)

 “ … En este momento se disputan el predominio del mundo de una parte el capitalismo y de otra parte el comunismo. Nosotros, que poseemos una doctrina nacional que no es capitalista ni es comunista, hemos creado en la Constitución Nacional los medios necesarios para defendernos de esos dos extremos. … Y para asegurarnos definitivamente contra la acción de sistemas que pueden atentar contra el sistema que nuestro pueblo ha querido darse para vivir, hemos establecido que: "El Estado no reconoce libertad para atentar contra la libertad, ni reconoce organizaciones nacionales o internacionales que atenten contra el sistema democrático que inspira a nuestra Constitución.”… No queda, pues, para occidente otra solución que renunciar a su concepción individualista si quiere oponer una valla eficaz al avance ideológico del comunismo y ponerse a mitad de camino del extremo ideológico oriental si quiere sobrevivir". 
 
…”

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